Textos de Canals......Aportaciones a RIIAL.......INDEX

132 LA LUZ DEL ENTENDIMIENTO AGENTE EN LA ONTOLOGÍA DEL CONOCIMIENTO DE SANTO TOMÁS DE AQUINO
(Artículo publicado en el nº 1 de la revista Convivium, 1960)

Francisco Canals Vidal

II. Proposición del problema. La connaturalidad de la “luz del entendimiento agente” a la mente humana

Dice Santo Tomás

“Al comparar nuestra mente con las cosas sensibles que hay fuera del alma, hallamos que se encuentra con ellas en una doble relación: 1º Una, como la del acto respecto de la potencia, a saber, en cuanto que las cosas fuera del alma son inteligibles en potencia. Pero la mente misma es inteligible en acto; y según esto se afirma en ella el entendimiento agente que hace los inteligibles en acto. 2º La otra, como la de la potencia respecto al acto, en cuanto que en nuestra mente las formas de las cosas determinadas están sólo en potencia, mientras que en las cosas fuera del alma están en acto; y según esto se afirma en nuestra mente el entendimiento posible, al que compete recibir las formas abstraídas de las cosas sensibles, hechas inteligibles en acto por la luz del entendimiento agente.”   (Quaestio Disp. De Ver. X, art. 6, c).

El sentido de este texto es difícil. ¿Cómo se concilia, en efecto, la razón alegada de la presencia connatural en la mente de la luz del entendimiento agente, a saber: que la mente misma es inteligible en acto, con la doctrina constante según la cual el alma humana no es sino pura potencia y como “materia prima” en el orden inteligible?

Antes de entrar en la investigación del problema convendrá atender a otros lugares paralelos, cuya interpretación ofrece una dificultad análoga. Así, en el lugar ya citado de la Contra Gentes:

“Pues el alma intelectual tiene en acto algo respecto a lo cual la imagen está en potencia, y está en potencia respecto a algo que en las imágenes se halla en acto. Pues la substancia del alma humana tiene una inmaterialidad, por la cual tiene naturaleza intelectual... El alma intelectiva misma se queda en potencia respecto a las semejanzas determinadas de las cosas cognoscibles por nosotros, que son las naturalezas de las cosas sensibles. Y es verdad que las imágenes nos presentan esas naturalezas determinadas de las cosas sensibles, pero sin haber alcanzado aun el ser inteligible... Así pues, tienen la inteligibilidad en potencia, pero la determinación de la semejanza de las cosas en acto. Lo contrario sucedía en el alma intelectiva. Pues en el alma intelectiva hay una virtud activa sobre las imágenes, que las hace inteligibles en acto; y esta potencia del alma se denomina entendimiento agente” (Contra Gentes, II, c. 77).

También este pasaje parece de difícil comprensión. Se afirma que en el alma humana hay en acto la inmaterialidad y la naturaleza intelectual, y que las imágenes están en potencia para participar, no ciertamente de la intelectualidad, sino del “ser inteligible”. Y se concluye que el alma tiene virtud para elevar las imágenes al ser inteligible, porque posee, no precisamente la naturaleza intelectual a que antes se había aludido, sino la “inteligibilidad en acto”, que se considera implícitamente afirmada con aquélla.

En un tercer pasaje (esta vez de la Suma Teológica) se plantea la cuestión de cómo puede radicar en la esencia del alma el entendimiento agente “que por su esencia es acto”, siendo así que el modo de ser del alma funda precisamente la potencialidad del entendimiento posible. A esta dificultad responde Santo Tomás:

“El alma intelectual es ciertamente inmaterial en acto, pero está en potencia respecto a las especies determinadas de las cosas. En cambio, las imágenes, a la inversa: son ciertamente semejanzas actuales de algunas especies, pero son inmateriales en potencia. Por lo cual nada impide que una y la misma alma, en cuanto es inmaterial en acto, tenga cierta virtud por la cual haga cosas inmateriales en acto abstrayendo de las condiciones individuales de la materia (virtud que se llama  entendimiento agente)  y otra virtud receptiva de tales especies, que se llama entendimiento posible, en cuanto está en potencia para con tales especies” (S. Th. I, q. 79, art. 4, ad 4).

Como en el texto anterior, también en éste, por la equivalencia que se supone entre lo actualmente inmaterial y lo actualmente inteligible, se afirma de nuevo la actual inteligibilidad de la mente.

Si se considera el aspecto potencial del alma intelectiva, vemos continuamente afirmado que esta potencialidad se contiene en la línea de la especificación del entender; el alma recibe de las cosas materiales y de las imágenes las determinaciones formales o contenidos que la constituyen en la semejanza actual con la naturaleza del objeto sensible. Pero el “ser en acto” de la “especie” inteligible, el principio de actuación del entendimiento, se atribuye, en cambio, al entendimiento agente, o, por mejor decir, consiste en aquella luz connatural al alma que es el acto de los inteligibles.

Resumiendo: la mente humana, desprovista de todo “inteligible en acto o de toda forma determinada” - posee en sí connaturalmente el “acto de los inteligibles abstraídos de las imágenes”. La presencia intrínseca y connatural de este acto se funda en que la mente es intelectual e inteligible en acto.

Las dificultades surgen nuevamente, sin embargo, cuando se examina esta fundamentación. Según la gnoseología de Santo Tomás, en efecto, 1.°) si la mente fuese en su misma substancia “inteligible en acto”, se actuaría intrínsecamente para el conocimiento intuitivo y connatural de sí misma, lo que excluiría la recepción de formas “abstraídas” de lo sensible: “Si el alma conociera por sí misma lo que ella misma es, esto sería una evidencia y por consiguiente un conocimiento primario y principio del conocimiento de las demás cosas” (Contra Gentes, III, c. 46). 2.°) Pero también resultaría problemático un intento de fundar la connaturalidad del “entendimiento agente” en la naturaleza intelectual del alma; pues su entendimiento, por radicar en una forma unida a la materia, es puramente potencial. Nuestra alma, afirma con frecuencia Santo Tomás, “tiene el último lugar en el género de los seres intelectuales, como la materia primera en el género de los sensibles” (De Ver., X, art. 8, c.).

Por la vía de la intelectualidad del alma vamos a parar a la misma conclusión, parece, a que antes hemos llegado por la vía de la inteligibilidad.

* * *

La tesis del entendimiento agente podría plantearse, sin embargo, en otro contexto, a saber: no en el de una gnoseología aristotélica, sino en el de una metafísica descendente de tipo ejemplarista y agustiniano. Desde este ángulo de consideración, el entendimiento agente es concebido como una participación, por parte de la mente humana, de una luz que es reflejo y efecto de la Luz subsistente, del Sol inteligible, fuente de todo ser y de toda inteligibilidad. O se dirá que el hombre, que ocupa el último lugar entre las inteligencias, participa en lo sumo de su naturaleza de aquello que caracteriza el orden superior en la “Escala de los seres”, a saber: la posesión connatural del principio de su actualidad inteligible.

Este recurso, sin embargo, no bastaría para una caracterización y fundamentación ontológica del “la luz del entendimiento agente” fiel al pensamiento de Santo Tomás. Pues lo que habría que explicar en este caso, sería justamente por qué el alma intelectiva. humana participa connaturalmente, por su mismo modo de ser, de aquella luz inteligible.

Tal investigación nos exigirá el recurso a los más fundamentales principios de la ontología del conocimiento que profesa Santo Tomás.