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¿Y si ante la falta de vocaciones hacemos lo que Jesús dice y le rogamos al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies?

De nuevo nos vuelven a decir que nos preguntemos cómo colaborar ante la falta de vocaciones. La respuesta está en el evangelio. El mismo Jesús, el Verbo hecho carne, plantea el problema y da la respuesta, viene en el capítulo 9 del evangelio según san Mateo, donde trae que Jesús "dice a sus discípulos:

«La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos; rogad, pues, al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies»" (Mt 9,37-38).

Se ve que hay que volver a sugerirles ante la falta de vocaciones: ¿Y si hiciésemos lo que Jesús dice?

Y lo que dice no es que los seglares nos pongamos a hacer de sacedotes ordenados o sea, que nos metamos a vicecuras, ni que hagamos de Dios, sino que le roguemos al Dueño de la mies que mande obreros a su mies. ¿O no creemos que Dios puede mandar obreros a su mies? No, claro. Ya dice en el evangelio que somos hombres de poca fe; y si no creemos esto de que somos hombres de poca fe, estamos evidenciando que somos hombres de poca fe. Y como no se cree lo bastante que, ante el problema de que hay pocos obreros para la cantidad de mies que hay, Dios puede enviar obreros a su mies, se nos dice que hagamos, no lo que dice Jesús, el Verbo hecho carne, sino que nos planteemos a ver cómo colaborar en ocuparnos nosotros de la mucha mies. Por otro lado nos insisten en que lo hagamos con el testimonio de nuestra vida.

Está bien dar ese testimonio. Y para ello, necesitamos sobre todo que nos den la buena noticia.

Sí, que proclamen la buena noticia de que Jesús, el Verbo hecho carne, por su misericordia, va a reinar pronto plenamente en todos y cada uno de nosotros y en todas y cada una de las naciones.

La Iglesia, nuestra santa Madre Iglesia Católica Jerárquica, pone cada año en adviento lecturas bíblicas en las que se proclama la buena noticia.

También pone cada año nuestra santa Madre Iglesia Católica Jerárquica, la lectura de este fragmento del evangelio (Mt 9,37-38). En 2023 se leyó el sábado, 9 de diciembre, día en que se conmemora a san Juan Diego Cuautlatoatzin, el indio Juan Diego, vidente y confidente de Nuestra Señora de Guadalupe. Hubo unos años hace poco en los que se nos hizo pedir al Dueño de la mies que enviara obreros a su mies. Pero de nuevo se ha vuelto al sermón antiguo. De ahí que haya que insistir y algo más.

¿Y si ante la falta de vocaciones hacemos lo que Jesús dice y le rogamos al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies?

Que sean pastores según Tu corazón (Jr 3,15).

Y algo más, y aun algos. Pidamos: al Dueño de la mies que mande obreros a su mies y que afiance a los ya enviados, empezando por el Papa, para que se cumpla lo que le dijo Jesús al primer papa, como viene también en el evangelio, en este caso en el de san Lucas:

«Yo he pedido por ti, para que tu fe no se apague. Y tú, cuando te hayas convertido, confirma a tus hermanos» (Lc 22,32).

Que es aplicable a "la Iglesia de todos los tiempos", como explicó uno de los Papas del siglo XXI, Benedicto XVI en su homilía del 29 de junio de 2006.

Y que señaló como lo prioritario el mismo Benedicto XVI en su carta a los obispos de 10 de marzo de 2009:

"La primera prioridad para el Sucesor de Pedro fue fijada por el Señor en el Cenáculo de manera inequívoca: «Tú… confirma a tus hermanos» (Lc 22,32)".

La antífona de entrada de la misa de la fiesta de la Cátedra de san Pedro, es:

"El Señor dice a Simón Pedro: «Yo he pedido por ti, para que tu fe no se apague y tú, cuando te hayas convertido, confirma en la fe a tus hermanos (cf. Lc 22,32)»".

Y el Papa Francisco insistentemente pide que recemos por él.

Además, no podemos abandonar a los ya enviados por Dios a su mies que han dado malos pasos en sus vidas o en sus doctrinas. Es muy urgente que le pidamos por añadidura al Dueño de la mies que los recupere, los sanee, los convierta, los afiance.

Pidamos:, pues:

Benditísimo Dueño de la mies, te rogamos que envíes obreros a tu mies y que afiances a los ya enviados, empezando por el Papa, para que convertido nos confirme a sus hermanos.

No basta. Como enseña nuestra doctora, hace falta algo tan importante que sin ello los apóstoles no anunciarían el Evangelio y los mártires no derramarían su sangre:

Es necesario el amor a Jesús, el Verbo hecho carne, y, para demostrárselo, ofrecerle como sacrificios los sufrimientos personales que nos sobrevengan y las mortificaciones que podamos; y pedirle más sufrimientos y aprovechar todos los que nos vengan, mientras esperamos y pedimos más. Claro que esto es una locura. Pero es que el amor tiene que ser obviamente verdadero, es decir, amor con locura, como el que nos tiene Jesús, el Verbo hecho carne. Dios lo haga y nos lo dé, derramando en nosotros el Espíritu Santo.

Los santos le piden a Jesús: "Concédeme sufrir un poco por Ti, ya que Tú tanto sufriste por mí".
El método que enseña en sus escritos y con su vida nuestra doctora, Santa Teresita, es desear y pedir sufrir por Jesús los más grandes sufrimientos y mientras tanto, aprovechar todos los pequeños sufrimientos y mortificaciones que se presentan y ofrecérselos a Jesús, muy contenta de haber podido sufrir por Él y de poder hacerle esa ofrenda como víctima de su amor. La clave es ponerse muy contento y alegre cada vez que se recibe uno de estos sufrimientos o humillaciones, y así podérselo ofrecer a Jesús.
En el caso de los que no somos santos, ni mucho menos, está muy claro que es una locura pedirle a Dios sufrimientos, ante la evidencia de ser totalmente incapaces de soportar nada. Por lo que la petición debe ir acompañada de la seria advertencia de esta total incapacidad nuestra y de la súplica a Jesús, el Verbo hecho carne, de que Él lo haga en nosotros y nos dé la gracia especial de poder conllevar los sufrimientos, soportar las humillaciones y ofrecer mortificaciones con alegría y de estar muy contentos de poder así ofrecer algo.

Comprendí que sólo el amor podía hacer actuar a los miembros de la Iglesia; que si el amor llegaba a apagarse, los apóstoles ya no anunciarían el Evangelio y los mártires se negarían a derramar su sangre... (Santa Teresa del Niño Jesús, Historia de un Alma, Manuscrito B, 3vº)

El amor me ha escogido a mí, débil e imperfecta criatura, como holocausto... (Historia de un Alma, Manuscrito B, 3vº)

Sí, Amado mío, así es como se consumirá mi vida... No tengo otra forma de demostrarte mi amor que arrojando flores, es decir, no dejando escapar ningún pequeño sacrificio, ni una sola mirada, [MS B, 4vº] ni una sola palabra, aprovechando hasta las más pequeñas cosas y haciéndolas por amor...
Quiero sufrir por amor, y hasta gozar por amor. Así arrojaré flores delante de tu trono.
No encontraré ni una sola en mi camino que no deshoje para ti. Y además, al arrojar mis flores, cantaré (¿puede alguien llorar mientras realiza una acción tan alegre?), cantaré aun cuando tenga que coger las flores entre las espinas, y tanto más melodioso será mi canto, cuanto más largas y punzantes sean las espinas.
¿Y de qué te servirán, Jesús, mis flores y mis cantos...? Sí, lo sé muy bien: esa lluvia perfumada, esos pétalos frágiles y sin valor alguno, esos cánticos de amor del más pequeño de los corazones
te fascinarán.
Sí, esas naderías
te gustarán y harán sonreír a la Iglesia triunfante, que recogerá mis flores deshojadas por amor y las pasará por tus divinas manos, Jesús. Y luego esa Iglesia del cielo, queriendo jugar con su hijito, arrojará también ella esas flores -que habrán adquirido a tu toque divino un valor infinito- arrojará esas flores sobre la Iglesia sufriente para apagar sus llamas, y las arrojará también sobre la Iglesia militante para hacerla alcanzar la victoria...
(SANTA TERESA del NIÑO JESÚS: Ms B, Carta a sor María del Sagrado Corazón, 1896, folio 4r y 4vº)

[Esto, por cierto, es el Apostolado de la Oración ramierista]

Yo no pensaba entonces [a los nueve años] que para llegar a la santidad había que sufrir mucho. Dios no tardó en mostrármelo, enviándome las pruebas que he contado
(Historia de un Alma, Manuscrito A, 32rº).

Sentí nacer en mi corazón un gran deseo de sufrir, y, al mismo tiempo, la íntima convicción que Jesús me tenía reservado un gran número de cruces...
Hasta entonces, había sufrido sin amar el sufrimiento; a partir de ese día, sentí por él un verdadero amor (El día de su Confirmación. Historia de un Alma, Manuscrito A, 36rº-36vº).

Aquel día recibí la fortaleza para sufrir, ya que pronto iba a comenzar el martirio de mi alma... (El día de su Confirmación. Historia de un Alma, Manuscrito A, 36vº).

Él me ha amado a mí, con un amor de admirable prevención, para que ahora yo le ame a él ¡con locura...! (Historia de un Alma, Manuscrito A, 39rº).

Ahora no tengo ya ningún deseo, a no ser el de amar a Jesús con locura... (Historia de un Alma, Manuscrito A, 83vº).

Jesús, déjame que te diga, en el exceso de mi gratitud, déjame, sí, que te diga que tu amor llega hasta la locura... ¿Cómo quieres que, ante esa locura, mi corazón no se lance hacia ti? ¿Cómo va a conocer límites mi confianza...? (Historia de un Alma, Manuscrito B, 5vº).

Sobre todo y por encima de todo, amado Salvador mío, quisiera derramar por ti hasta la última gota de mi sangre...
¡El martirio! ¡El sueño de mi juventud! Un sueño que ha ido creciendo conmigo en los claustros del Carmelo... Pero siento que también este sueño mío es una locura, pues no puedo limitarme a desear una sola clase de martirio... Para quedar satisfecha, tendría que sufrirlos todos...
Como tú, adorado Esposo mío, quisiera ser flagelada y crucificada... Quisiera morir desollada, como san Bartolomé... Quisiera ser sumergida, como san Juan, en aceite hirviendo... Quisiera sufrir todos los suplicios infligidos a los mártires... Con santa Inés y santa Cecilia, quisiera presentar mi cuello a la espada, y como Juana de Arco, mi hermana querida, quisiera susurrar tu nombre en la hoguera, Jesús... Al pensar en los tormentos que serán el lote de los cristianos en tiempos del anticristo, siento que mi corazón se estremece de alegría y quisiera que esos tormentos estuviesen reservados para mí... Jesús, Jesús, si quisiera poner por escrito todos mis deseos, necesitaría que me prestaras tu libro de la vida, donde están consignadas las hazañas de todos los santos, y todas esas hazañas quisiera realizarlas yo por ti.
(Historia de un Alma, Manuscrito B, 30rº).

He sufrido mucho desde que estoy en la tierra. Pero si en mi niñez sufría con tristeza, ahora ya no sufro así: lo hago con alegría y con paz, soy realmente feliz de sufrir (Historia de un Alma, Manuscrito C, 4vº).

«Cuando se ofreció ante mis ojos el horizonte de la perfección, comprendí que para ser santa había que sufrir mucho, buscar siempre lo más perfecto y olvidarse de sí misma. Comprendí que en la perfección había muchos grados, y que cada alma era libre de responder a las invitaciones del Señor y de hacer poco o mucho por él, en una palabra, de escoger entre los sacrificios que él nos pide. Entonces, como en los días de mi niñez, exclamé: «Dios mío, yo lo escojo todo. No quiero ser santa a medias, no me asusta sufrir por ti, sólo me asusta una cosa: conservar mi voluntad. Tómala, ¡pues "yo escojo todo" lo que tú quieres...!» (Historia de un Alma, Manuscrito A, 10rº, 10vº).

“Si, toda mi fuerza se encuentra en la oración y en el sacrificio; estas son las armas invencibles que Jesús me ha dado, y logran mover los corazones mucho más que las palabras. Muchas veces lo he comprobado por experiencia”. (Manuscrito C, 24vº)

Sé que nuestras justicias y todos nuestros méritos
carecen de valor a tus divinos ojos.
Para hacer meritorios mis pobres sacrificios,
sobre tu Corazón divino los arrojo.
(Poema 23, “Al Sagrado Corazón de Jesús”, escrito en 1895 por santa Teresita para su hermana, María del Sagrado Corazón).

[Esto, esto, es el Apostolado de la Oración ramierista]

Y santa Teresita dice también:

Durante los cortos instantes que nos quedan no perdamos el tiempo… salvemos almas… vivamos para las almas… seamos apóstoles… salvemos, sobre todo las almas de los sacerdotes (…) oremos y suframos por ellos y en el último día Jesús estará agradecido.” (Carta nº 94, a Celina, 14 de julio de 1889).

Así pues,

Benditísimo Dueño de la mies, te rogamos que envíes ya muchos y buenos obreros a Tu mies (Mt 9,38), pastores según Tu corazón (Jr 3,15), y que afiances urgentemente a los ya enviados, empezando por el Papa
Y te pedimos, Dios Padre misericordioso, que se cumpla también en nuestros tiempos esto que Tu amado Hijo Jesús, el Verbo hecho carne, le dijo a san Pedro:
"Yo he rogado por ti, para que tu fe no desfallezca. Y tú, una vez convertido, confirma a tus hermanos" (Lc 22, 32). 
Date prisa, Señor, en socorrernos.

Así conseguiremos que Dios envíe muchos y buenos sacerdotes y religiosos y los sostenga.

Y conseguiremos el fin primordial de toda oración: unirnos a Dios haciendo nuestros los anhelos del Corazón de Jesús, el Verbo hecho carne.

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Afianzar (a veces confirmar) es la palabra que emplean Bover y la Biblia de Jerusalén para traducir stetsei, steritsai en su traducción de 2 Tes 2,15-17 y sterison en Lc 22,32. El latín de la Vulgata y de Bover, traducido al castellano, dice siempre confirmar, que en castellano significa hacer firme o fortalecer, o sea afianzar:

Hermanos, manteneos firmes y mantened las tradiciones que habéis aprendido de nosotros, de viva voz o por carta.
Que el mismo Señor nuestro Jesucristo y Dios, nuestro Padre, que nos ha amado y que nos ha dado gratuitamente una consolación eterna y una esperanza dichosa, consuele vuestros corazones y los afiance (steritsai) en toda obra y palabra buena.
(2 Tes 2,15-17. Bibl Jerusalén).

Hermanos, sed constantes y mantened las tradiciones en que fuisteis adoctrinados, ya sea de viva voz, ya sea por carta nuestra.
Y el mismo Señor nuestro Jesucristo y Dios, Padre nuestro, que nos amó y dio consolación eterna y esperanza buena por su gracia, consuele vuestros corazones y los afiance (steritsai) en toda obra y palabra buena.
(2 Tes 2,15-17. Bover).

Fiel es el Señor; él os fortalecerá (steritsei) y os preservará del malvado.
(2 Tes 3,3. Bover).

Fiel es el Señor; él os afianzará (steritsei) y os guardará del Maligno.
(2 Tes 3,3. Bibl Jerusalén).

Yo rogué por ti, que no desfallezca tu fe; y tú un día, vuelto sobre ti, conforta (sterison) a tus hermanos.
(Lc 22,32. Bover).

Yo he rogado por ti, para que tu fe no desfallezca. Y tú, cuando hayas vuelto, confirma (sterison) a tus hermanos».
(Lc 22,32. Bibl Jerusalén).

"Yo he rogado por ti, para que tu fe no desfallezca. Y tú, cuando te hayas convertido, confirma (sterison) a tus hermanos".

Ego autem rogavi pro te ut non deficiat fides tua et tu aliquando conversus confirma (sterison) fratres tuos».
(Lc 22,32. Vulgata).

Itaque fratres state et tenete traditiones quas didicistis sive per sermonem sive per epistulam nostram ipse autem Dominus noster Iesus Christus et Deus et Pater noster qui dilexit nos et dedit consolationem aeternam et spem bonam in gratia exhortetur corda vestra et confirmet (steritsei) in omni opere et sermone bono.
(2 Tes 2,15-17. Vulgata).

Fidelis autem Dominus est qui confirmabit (steritsei) vos et custodiet a malo.
(2 Tes 3,3. Vulgata).

Oración colecta en la misa de la fiesta de san Bartolomé, apostol, del 24.08.2021:

Afianza en nosotros, Señor, aquella fe con la que san Bartolomé, apóstol, se entrgó sinceramente a tu Hijo y concédenos, por sus ruegos, que tu Iglesia sea sacramento de salvación para todos los pueblos. Por nuestro Señor Jesucristo.

Lectura de la misa del 8.09.2021:

Ya que habéis aceptado a Cristo Jesús, el Señor, proceded unidos a él,
arraigados y edificados en él, afianzados en la fe que os enseñaron, y rebosando agradecimiento.
(Col 2,6-7)

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