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Picasso estaba horrorizado
Una nueva sala dedicada a Matisse en los Museos Vaticanos con los bocetos que preparó para la capilla de Vence
La capilla que decoró Matisse para las dominicas de Vence en la Provenza
CL ReL miércoles , 18.06.2011
El miércoles, 22.06.2011 los Museos Vaticanos inauguran, a pocos metros de la Capilla Sixtina, la Sala Matisse, una exposición sobre la que algunos consideran "la "capilla sixtina del siglo XX": la que decoró Henri Matisse (1869-1954) para las dominicas de Vence, en la Provenza, entre 1948 y 1952, y que él mismo consideraba "la culminación de toda una vida de trabajo y el remate a un esfuerzo enorme, sincero y difícil".
Matisse posa ante su obra. |
Por primera vez se expondrán los bocetos y cartones utilizados por el pintor para la Capilla del Santo Rosario de ese convento, así como piezas que cerámica y ornamentos litúrgicos que completan la personalísima decoración del lugar. Según declarar Micol Forti, responsable de la colección de arte moderno del Vaticano, a L´Avvenire, las gestiones para la adquisición de todo este material comenzaron en 1974 y en ellas tuvo mucha parte el secretario de Pablo VI, Pasquale Macchi.
Los artíficies. |
Pero además de su interés artístico como una
pieza capital del arte sacro moderno, la capilla y sus elementos
artísticos envuelven una hermosa historia de amistad, la que
unió al pintor con la verdadera artífice del proyecto, Sor
Jacques-Marie, fallecida en 2005 a los 84 años de edad.
Todo comenzó en 1942. Matisse, de 73 años, convalecía de un
cáncer de intestino en un hospital de la Provenza donde se
quedó prendado de la atención y la amabilidad de una joven
aprendiz de enfermera, Monique Bourgeois, quien además de
cuidarle le leía libros y paseaba y conversaba con él.
"Monique en batín gris" (1942). |
La amistad, tal vez también amor platónico
del anciano artista hacia la muchacha ("si estaba enamorado
de mí, nunca me di cuenta", confesó en 1992 Monique, ya
Sor Jacques-Marie, a Paris-Match), fue creciendo, y
Henri quiso premiar a quien le atendía inmortalizándola en un
retrato.
Así que cuando le dieron el alta, le pidió que posara para él,
a lo cual mademoiselle Bourgeois respondió aceptando, aunque a
regañadientes. El cuadro, Monique en batín gris, lleva
la fecha de ese año.
Poco tiempo después era Monique la convaleciente, esta vez de
una tuberculosis que había contraído en una casa de retiro
dominica. Y a pesar de que Matisse se lo desaconsejó, en 1943
pidió la admisión en la orden y la joven enfermera y modelo
pasó a ser novicia, destinada en Vence.
La casa religiosa no tenía una capilla adecuada, así que Sor
Jacques-Marie le echó audacia y le pidió al pintor, de fama
mundial, que dirigiese la construcción de una y la decorase. En
1947 aceptó el desafío. A la superiora del convento no le
hacía gracia, porque Matisse era conocido como pintor de
desnudos, pero el caso es que en 1949 se puso la primera piedra y
en 1951 fue consagrada la Capilla del Santo Rosario del convento
provenzal de Vence, que desde ese momento adquirió fama mundial.
La Capilla del Santo Rosario. |
Matisse terminó los trabajos de decoración en 1952. Su amiga dominica le insistió en que a su muerte fuese enterrado allí, pero no lo consiguió, y sus restos reposan en Niza. Poco más de medio siglo después, la hermana Jacques-Marie sí recibió sepultura cerca de una obra que tanto le debía: añadida al retrato que protagonizó, era su segunda aportación, aunque pasiva e indirecta, a la historia de la pintura.
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Una nueva sala dedicada a Matisse en los Museos Vaticanos
No he buscado la belleza, he buscado la verdad, escribió el pintor sobre su obra sacra
CIUDAD DEL VATICANO, jueves, 23 de junio de 2011 (ZENIT.org). Los Museos Vaticanos abrieron el miércoles, 22.06.2011, al público una nueva sala dedicada a la única obra de arte sacro del artista francés Henri Matisse (1869-1954): la Capilla del Rosario de Vence (Provenza), que este año celebra los 60 años de su inauguración.
El director de los Museos Vaticanos, Antonio Paolucci, presentó este martes la sala Matisse, informó Radio Vaticano.
En ella se exponen los bocetos preparatorios a los trabajos de decoración de esa capilla, que el hijo del pintor donó hace 31 años a las colecciones pontificias.
La nueva sala se encuentra cerca de las Galerías pontificias, en el centro de la sección consagrada al siglo XX.
Incluye el cartón preparatorio de gran tamaño de la cerámica del presbiterio, los de las tres vidrieras policromadas del ábside, del coro y de la nave, y una reproducción en bronce del crucifijo del altar.
Con el tiempo, está prevista también la exposición del primer tejido de las cinco casullas coloreadas y la pequeña maqueta de la gran flecha que corona la capilla.
Finalmente, se espera para otoño un libro dedicado a la capilla (Librería Editora Vaticana), en el que se publicará el intercambio entre Matisse y sor Jacques-Marie, que, en 1979, donó sus preciosas cartas.
Antigua enfermera de Henri Matisse, entró en el convento de las Dominicas en 1946. Un año más tarde, confió a Matisse su deseo de que decorara un oratorio del convento.
Matisse concibió entonces el proyecto de construir íntegramente una capilla: trabajó en este proyecto de 1948 a 1951 y la capilla fue consagrada en 1951.
Por desgracia, él no pudo asistir a la inauguración de su obra, pero escribió para esa ocasión: No he buscado la belleza, he buscado la verdad.
Os presento con toda humildad la capilla del Rosario de las dominicas de Vence -señaló-. Esta obra me ha pedido cuatro años de un trabajo exclusivo y perseverante. Es el resultado de toda la vida activa. La considero, a pesar de todas sus imperfecciones, una obra maestra.
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Se trata de obras fascinantes que donó el hijo del artista
ReL RomeReports 4.06.2011
Han hecho falta 30 años para abrir esta sala, muy cerca de obras maestras de Rafael, Leonardo o Caravaggio. Está en los Museos Vaticanos y reúne obras del francés Henri Matisse. Se trata de los bocetos que preparó para la Capilla del Rosario en Saint Paul de Vence, en Francia.
Según ha explicado el director de Arte Contemporáneo, de losMuseos Vaticanos, Micol Forti tanto para los expertos como para el gran público es muy interesante poder ver reunidos los bocetos que preparó para la capilla de Vence.
Matisse fue famoso también por sus collages con recortes de papel. Por ejemplo, estos bocetos de las vidrieras amarillas y azules, que han sido cuidadosamente iluminados para resaltar el diseño. También puede verse el boceto de la Virgen con el Niño, en el que María ofrece su Hijo al mundo, en lugar de tenerlo en sus brazos.
Aunque estas obras fueron donadas al Vaticano en 1980, hasta ahora no se habían mostrado al gran público.
Se trata de obras fascinantes que donó el hijo del artista, Pierre Matisse. Durante demasiados años han estado en los depósitos del museo, afirma, Micol Forti.
El Museo ha tardado mucho en preparar un lugar en el que exponerlos en condiciones seguras. Este delicado papel necesita una temperatura y humedad muy estable porque podría destruirse con demasiado frío o con demasiado calor.
En esta sala la temperatura oscila entre los 22 y los 24 grados. También es muy importante la humedad relativa, que no puede ir más allá del 54% , explica el director de Arte Contemporáneo.
En la Sala Matisse está también esta escultura de piedra de la Virgen, obra de Lucio Fontana. Ahí se ha quedado porque es demasiado pesada para transportarla. Pero es también una metáfora perfecta de la belleza, sencilla como el papel, y fuerte como una roca.
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Picasso estaba horrorizado
Sorpresa en los museos vaticanos
La colección de Matisse rinde tributo a la verdad
Elizabeth Lev. ROMA, domingo 26 de junio de 2011 (ZENIT.org).-
Elizabeth Lev enseña Arte y arquitectura cristianos en el campus italiano de la Universidad de Duquesne y en el programa de estudios católicos de la Universidad de St. Thomas. Se le puede contactar en: lizlev@zenit.org
[Traducción del inglés por Carmen Álvarez]
Cuando uno piensa en los Museos Vaticanos, las piezas de arte del Renacimiento le vienen a uno a la cabeza. Es muy sorprendente para los visitantes cuando descubren que el mismo mueso, que alberga el arte de Rafael o Miguel Ángel, también tiene estrellas modernas en su firmamento.
El miércoles 22 de junio de2011, el Vaticano llamó la atención internacional sobre su colección de arte del siglo XX, presentando otro tesoro sorprendente, el arte de Henri Matisse.
La galería de arte moderno religioso, localizada en las profundidades de los Museos Vaticanos, en los apartamentos del Papa Alejandro VI Borgia y sótano de la Capilla Sixtina, contiene joyas muy poco conocidas.
Una pequeña pero conmovedora Piedad de Vincent van Gogh, pintada poco antes de su muerte en 1890, un puñado de pinturas religiosas de Chagall y entonces, en el centro de la colección, los bocetos de la famosa capilla del Rosario de Vence, Francia.
Matisse no fue el más cristiano de los artistas. Se definía como agnóstico, pero se pronunciaba abierto a la fuente de la belleza. Por esto, la Providencia le llevó, al final de sus días, a trabajar para la Iglesia.
Nació en 1869, Matisse ya había empezado la carrera de leyes cuando decidió dedicarse a la pintura. Se convirtió en alumno de Gustave Moreau y poco después, en 1905, se convirtió en una de los co-fundadores del Fauvismo. Reflejando el espíritu de la época, el Fauvismo fue un movimiento de paganización, que glorificaba la sensación intensa a través del arte. Después de la I Guerra Mundial, Matisse rechazó todo tipo de sufrimiento en sus trabajos, y consiguió grandes éxitos con sus colores alegres y diseños llamativos, creando esculturas, pinturas y hasta vestuario para el teatro. Finalmente se mudó al sur de Francia, atraído por los colores llamativos del Mediteráneo.
En 1941, después de una difícil y dolorosa operación de cáncer, Matisse quedó postrado en cama con un constante dolor. Su brillante mundo chocó con la realidad del sufrimiento. En este difícil tiempo, Monique Bourgouis lo cuidó, y su caridad y bondad afectaron profundamente al artista. En 1946, Monique decidió convertirse en religiosa y se unió al convento dominico de Vence, tomando el nombre de hermana Jacques Marie.
Así comenzó la idea de construir una nueva capilla para el convento de Vence, dedicado al Rosario. Matisse, la hermana Jacques Marie, la hermana Agnes de Jesús, superiora del convento, un hermano dominico, Rayssiguier, y el padre dominico Marie-Alain Couturier, comenzaron a trabajar para transformar el sueño en una capilla. Completamente comprometido con el proyecto, Matisse vendió sus propias litografías para conseguir dinero para el proyecto. Su viejo amigo Picasso estaba horrorizado, ¡Una Iglesia!, exclamó. ¿Por qué no un mercado? Así al menos podrías pintar frutas y verduras.
Matisse preparó cientos de bocetos del trabajo, pintando las paredes desde su silla de ruedas con un pincel enganchado a una vara extensible. Diseñó cada aspecto de la capilla; las vidrieras de colores, las vestimentas y hasta un crucifijo de bronce para el altar. El artista siempre planeó donar los bocetos a un museo diciendo sería una locura que estos esbozos y las ventanas permaneciesen en el mismo lugar.
Los bocetos de las vidrieras se donaron al Vaticano hace 30 años por el hijo del artista, Pierre, de acuerdo con sus hermanos Margarita y Jean, y en 1980 llegó a la colección del Vaticano. Este regalo siguió a la donación de la correspondencia entre Matisse y la hermana Agnes de Jesús siguiendo el desarrollo de la capilla. Estas cartas dan testimonio del crecimiento del primer proyecto religioso de Matisse.
El gran boceto de la Virgen con el Niño realizado para la decoración en cerámica fue expuesto en la Galería de Arte Religioso Moderno, pero la exposición nunca hizo justicia del trabajo ni representó la importancia de la donación. Las cartas se quedaron sin publicar.
Matisse dio a conocer la capilla en junio de 1951, y exactamente 70 años después, los Museos Vaticanos abrieron la nueva sala de Matisse. La financiación y la idea del proyecto vinieron de los patrocinadores de los Museos Vaticanos, en concreto del capítulo de Montecarlo, a pocas millas de Vence. La señora Liana Marabini, presidenta del capítulo de Montecarlo, proveyó de lo necesario para preparar la sala de exposición con equipos de conservación para papel y tejidos, permitiendo así a los Museos Vaticanos, ilustrar la conversión artística de este artista estelar.
Los bocetos de las vidrieras están distribuidos brillantemente, pero la sala está dominada por el gran boceto de la Virgen y del niño. El padre Marie-Alain Couturier, consejero teológico de Matisse, interpretó las líneas emborronadas como cartas escritas apresuradamente, bajo el impacto de una gran emoción. Hay también una copia del crucifijo de bronce de la capilla. Un breve vídeo narra los sucesos que llevaron a Matisse hasta el arte religioso, y las cartas estarán en rotación en el mismo espacio para ser alcanzadas después por algunas casullas diseñadas por el artista.
Michol Forti, el conservador del departamento de arte religiosos moderno de los Museos Vaticanos, publicará la colección de las cartas de Matisse en diciembre en un volumen titulado Como una flor: Matisse y la Capilla del Rosario de Vence.
Matisse consideró la capilla su obra maestra, a pesar de sus imperfecciones una reflexión iluminadora de un hombre cuya carrera de 50 años de duración se había dedicado enteramente a lo secular. La Sala Matisse del Vaticano es la expresión perfecta de la misión del Museo: preservar y honrar un gran ejemplo del genio creativo del hombre, pero también proclamar que la Verdad inspira tanto a la belleza como a la bondad.
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Iglesia de la Eucaristía
Poesía, pintura y procesiones
Elizabeth Lev. ROMA, domingo 26 de junio de 2011 (ZENIT.org).-
Elizabeth Lev enseña Arte y arquitectura cristianos en el campus italiano de la Universidad de Duquesne y en el programa de estudios católicos de la Universidad de St. Thomas. Se le puede contactar en: lizlev@zenit.org
[Traducción del inglés por Carmen Álvarez]
El pasado jueves [23.06.2011] Roma celebró la fiesta del Corpus Christi con las procesiones eucarísticas que atraviesan la ciudad, siendo la más importante de ellas la procesión papal que va desde San Juan de Letrán hasta Santa María la Mayor, esa tarde. En este glorioso día, los cantos llenan el aire y flotan estandartes en las calles, pero estas visiones efímeras pronto se desvanecen. En los Museos Vaticanos, sin embargo, la obra recientemente restaurada Misa de Bolsena, de Rafael Sanzio (Véase tecleando aquí), ha inmortalizado este milagro en piedras de colores.
El Milagro de Bolsena, a menudo considerado el catalizador de la fiesta del Corpus Christi, recuerda un suceso ocurrido en la Umbría, Italia, en 1263. Un sacerdote llamado Pedro, de la ciudad de Praga, tenía muchas dudas sobre la transustanciación de la Hostia durante la Misa, y durante su peregrinación a Roma rezó para que se le resolviesen estas dudas. Mientras decía las palabras de consagración en la Iglesia de Santa Cristina de Bolsena, la Hostia comenzó a gotear sangre en sus manos y en la tela que tenía debajo.
Un año más tarde, el Papa Urbano IV instituyó la fiesta del Corpus Domini con la bula Transiturus de hoc mundo, y encargó a Tomás de Aquino escribir la liturgia de la fiesta. El Doctor Angélico escribió, así, dos de sus mejores himnos, Pange Lingua y Tantum Ergo.
El corporal de Bolsena se conserva todavía en la catedral de Orvieto, construida específicamente para albergar esta preciosa reliquia.
Rafael hizo su propia contribución inmortalizando este milagro cuando pintó en 1512, El Milagro de Bolsena en los apartamentos del Papa Julio II. La pintura, restaurada esta primavera trae el milagro de la vida en colores vívidos.
El sacerdote se arrodilla ante el altar, mirando la Eucaristía, que tiene una cruz hecha con sangre en la Hostia y en el corporal. Sus labios demuestran sorpresa pero la figura mantiene la dignidad que se espera de un celebrante. Las reacciones dramáticas se reservan para la multitud reunida detrás, quienes levantan la cabeza para contemplar el milagro, o se giran para contárselo a quien tiene al lado. El altar está enmarcado por arquitectura monumental absorbida por Rafael a través de su pariente, el arquitecto papal, Donato Bramante. Robustas columnas dóricas alcanzan el cielo y la parte superior dela pintura está abierta a un cielo atravesado por la luz.
Al otro lado de Pedro de Praga hay un dato anacrónico, el Papa Julio II se arrodilla con la cabeza descubierta, y cuatro de sus cardenales y un pequeño contingente de Guardia Suiza.
Dos elementos se destacan en el trabajo. El primero es la solemnidad del clero en la oración. Comparada con otros trabajos de la sala la fuga dramática de Pedro de la prisión de Herodes, la persecución y captura de Heliodoro y la Expulsión de Atila el huno el ojo encuentra descanso cuando centra su atención en la contemplación del milagro.
El otro, revelado con la restauración, es el color. Rafael había estado en contacto con los pintores venecianos en ese periodo y el nuevo uso del color destaca en medio del dramático claroscuro de la Liberación de San Pedro y el brillantes colores metálicos de la Expulsión de Heliodoro. Los colores de Rafael parecen tangibles -rico y pesado carmesí que parece ondular a través de la luneta. El rojo de la sangre se combina con el blanco crujiente del lino o la seda.
Las cualidades sensoriales de la superficie de la obra ponen de relieve la realidad de la escena: la sangre que gotea de las manos del sacerdote, el paño empapado con la sangre de Cristo, nos hacen presente la realidad de la Presencia en la Eucaristía, uno de los principales temas de los siglos XIII y XIV.
Santo Tomás con la poesía, Roma en procesión, y Rafael con su obra, todos nos recuerdan el mismo tema que el Beato Juan Pablo II destacó en 2004: La Iglesia Católica es la Iglesia de la Eucaristía.