Calentamiento global y cambio climático

EL CALENTAMIENTO GLOBAL

ASÍ SE PRONOSTICÓ CIENTÍFICAMENTE EL AÑO QUE RESULTÓ SER EL MÁS FRESCO DE LAS DOS ÚLTIMAS DÉCADAS

El Servicio Meteorológico británico asegura que el 2007 será el más caluroso desde 1659
y superará el récord de temperaturas establecido en 1998

DIARIO DE NAVARRA. EFE. 5.01.2007

Los meteorólogos están convencidos de que el efecto combinado del fenómeno conocido como El Niño en el Pacífico, los gases de efecto invernadero y los cambios climáticos en la actividad solar harán que las temperaturas alcancen un nuevo récord en todo el planeta. Según un portavoz de esa oficina, hay un 60% de probabilidades de que el 2007 sea «el más caluroso a nivel global y superará el récord establecido en 1998».

Se cree que la temperatura media del año del planeta superará en el 2007 en algo más de medio grado centígrado la media de 14 grados del período comprendido entre 1961 y 1990.

Chris Folland, director del departamento, explica que el primer factor que se estudió fue las emisiones de gas de efecto invernadero procedentes de la actividad humana, que hacen que se caliente la superficie del planeta.

El segundo aspecto que ha contribuido a hacer esa previsión es el efecto de El Niño, fenómeno caracterizado por la llegada de aguas excepcionalmente calientes frente a las costas del noreste de Suramérica y que es el que más influye en las variaciones climáticas. Creen que también empujará las temperaturas este año.

Otros investigadores confirman la idea de que este año será muy caluroso. El pasado 1 de enero, el profesor Phil Jones, de la Universidad de East Anglia, adelantó que el 2007 presentará condiciones climáticas extremas en todo el mundo, que pueden causar sequías en Indonesia e inundaciones en California

Un estudio reduce en un tercio el aumento previsto de temperaturas debido al CO2
REDUCIRÍA EL AUMENTO A 0,6ºC HASTA 2070

Libertad Digital. 17-08-2007

Un nuevo estudio de Stephen Schwartz, del Brookhaven National Lab, que se publicará en el próximo número del Journal of Geophysical Research, ha concluido que la sensibilidad del clima de la Tierra al dióxido de carbono (CO2)es sólo de un tercio de lo que afirma el IPCC. En contraste con los resultados del organismo de la ONU, basados en modelos informáticos, Schwartz se basa en observaciones empíricas.

La investigación de Stephen Schwartz está basada en la relación empírica entre la temperatura en la superficie y el contenido de calor del océano y concluye que doblar la concentración de CO2 en la atmósfera resultaría en un incremento de 1,1 grados centígrados (0,1-2,1), frente a los 3 grados (2,0-4,5) que estima el IPCC.

Al ritmo actual de crecimiento en las emisiones, en 2070 se doblaría la concentración de este gas con respecto a la que se estima existía antes de la revolución industrial. Para esa fecha, según Schwartz, la temperatura habría subido 0,6 grados centígrados. Además, el tiempo de respuesta del clima al incremento de CO2 es de cinco años, lo que contrasta con lo esperado por el IPCC, que cree que la temperatura se incrementaría otros 0,6 grados aunque dejaran de incrementarse las emisiones debido a que el clima reaccionaría al CO2 que se emitió previamente en la atmósfera.

La ventaja del estudio de Schwartz con respecto a los que maneja el IPCC es que se basa en el comportamiento real del clima hasta ahora, en lugar de en proyecciones de modelos climáticos ejecutados por computadores.

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La NASA corrige a la baja las temperaturas de la serie histórica en Estados Unidos
EL AÑO MÁS CALUROSO YA NO ES 1998, SINO 1934

Libertad Digital. 17-08-2007

Uno de los pilares de la teoría del calentamiento global se ha derrumbado esta semana, aunque sus constructores se han ocupado de que lo haga sin estrépito. El Instituto Goddard (GISS) de la NASA, especializado en el registro de las temperaturas de los Estados Unidos, acaba de reconocer un error en la aplicación informática que calcula la temperatura media a lo largo de la serie histórica. A resultas de este fallo, el GISS ha corregido a la baja los registros, y 1998 ya no es el más caluroso, sino 1934.

El año 2001 ni siquiera está entre los diez más calurosos de los últimos cien años, y la mayoría de los años del nuevo siglo XXI se han situado, ahora, por debajo de los 100 más cálidos. La noticia se ha publicado discretamente en la prensa norteamericana, mientras que en Europa ha sido prácticamente ignorada por los medios, prácticamente todos abonados a la corriente del eco-alarmismo. El organismo responsable de los datos no sólo no ha emitido una nota de prensa sino que ni siquiera ha publicado una advertencia en su página web para advertir del cambio.
  Ha sido un estadístico canadiense, Steve McIntyre, quien ha sacado los colores al Instituto Goddard (GISS) de la NASA. El autor de
Climate Audit ya refutó, en su día, el modelo estadístico conocido como de "palo de hockey", con el que los promotores del consenso político sobre el calentamiento global representan el supuesto calentamiento del planeta como consecuencia de la emisión intensiva de CO2 debida a la actividad del capitalismo industrial.  

El Instituto Goddard (GISS) de la NASA no ha tenido más remedio que rendirse a la evidencia científica y reconocer que en su serie histórica de temperaturas de los Estados Unidos hay errores de bulto, que la agencia federal ha atribuido a un fallo en la aplicación informática encargada de calcular la media.   La corrección a la baja se ha publicado con sigilo, a pesar de que contiene cambios significativos; entre otros, que 1998 ya no es el año más caluroso en Estados Unidos desde que se registra la temperatura. El nuevo campeón del calor es el año 1934. Este hecho tiene relevantes implicaciones, no sólo por el hecho de que echa por tierra el fundamento histórico del alarmismo ecologista, sino porque cuestiona la relación entre emisiones de CO2 y calentamiento global, al menos en lo que a los Estados Unidos –el país más industrializado del mundo– se refiere.   La serie histórica del GISS en la que se han basado los profetas del calentamiento global  contenía otros errores significativos, como que los años comprendidos entre 2000 y 2005 registraban en la tabla de la Nasa una temperatura media 0,15 grados superior a la real. Daniel Rodríguez Herrera, jefe de la Sección de Opinión de Libertad Digital y vicepresidente del Instituto Juan de Mariana, ironizaba en su último artículo en LD, a modo de referencia comparativa, con que "el protocolo de Kyoto, ese cuyo cumplimiento nos salvará de la hecatombe, sólo reduciría el calentamiento en 0,07 grados".   Después de la corrección a la que se ha visto obligado el GISS, resulta que 2001 ni siquiera está entre los diez años más calurosos de la serie histórica, o que los años 2000, 2002, 2003 y 2004 –es decir, la mayoría de lo que llevamos de siglo XXI– están por debajo de los cien más calurosos.  

El GISS está dirigido por James Hansen, el primero en dar la alarma sobre el supuesto calentamiento planetario, en una célebre comparecencia en una comisión del Senado de los Estados Unidos de América.

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Europa incrementa sus emisiones de CO2 más que EEUU pese a Kyoto
SEGÚN DATOS DE LAS NACIONES UNIDAS

Libertad Digital. 22-08-2007

Según revela The Wall Street Journal a partir de datos de Naciones Unidas, las emisiones de CO2 han crecido en Europa más que en EEUU (muy criticado por no suscribir el protocolo de Kyoto). De 2000 a 2005, la Europa de los quince presentaba un incremento de emisiones de un 3,8 por ciento, frente a un 2,5 por ciento en los EEUU. Unos datos sobre los que aún no se ha pronunciado el gran apóstol del cambio climático Al Gore, que cada vez recluta a más seguidores de la constelación de estrellas de Hollywood.

La publicación de estos datos por parte de las Naciones Unidas han sido comentados con especial interés en algunos medios especializados de EEUU, donde achacan la diferencia a las políticas económicas más o menos intervensionistas que dominan el viejo y el nuevo continente.   El diario neoyorquino The Wall Street Journal señala que esta noticia es mala para Europa "si se considera que durante esta década, la población de EEUU ha crecido aproximadamente el doble que la tasa de la Europa de los quince, mientras la economía americana se expandía sobre un cuarenta por ciento más rápido".  

El planteamiento europeo, en teoría, consistiría en que "las compañías que han de emitir Co2 de forma intensiva intensivas de Co2 (principalmente aquellas que producen energía o usan gran cantidad de ella) reciben un cierto número de permisos para emitir gas. Si reducen sus emisiones de gas por encima de lo previsto, pueden vender el permiso extra a firmas que necesiten más avances. En este camino, los mecanismos del mercado están preparados para castigar o recompensar a las compañías por sus emisiones de carbón, incentivándolas para que lo reduzcan lo antes posibles".   Sin embargo, en la práctica, el diario estadounidense sostiene que "el esquema del negocio del carbón en Europa ha fallado", en tanto en cuanto , "los gobiernos crean una demanda artificial en el mercado y satisface esa demanda de forma arbitraria. Al final, el número de permisos excede el número de emisiones actuales y por eso los precios caen a plomo. Unos precios que no pueden persuadir a las empresas para que disminuyan sus emisiones de carbón en lugar de comprar otros permisos".   Una política que no hace más que evidenciar la distancia que existe, para los medios estadounidenses, entre "la retórica europea" y su realidad y asegura que "ni América es el gran demonio del carbón ni Europa es ciertamente un ángel".

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Un pan con unas tortas (de biodiesel)

Por Jorge Alcalde

Libertad Digital. 22-08-2007

Se acerca el 2008 y con él llegará a los motores la última revolución "verde": la generalización de los biocombustibles. Si se cumple lo previsto en el Plan de Energías Renovables que el Gobierno gestó en 2005 (y no termina en el sonado fracaso que supuso el anterior), a partir del año que viene los coches españoles empezarán a incorporar biocombustibles (bioetanol y biodiesel en concreto) mezclados con sus carburantes habituales.

En 2008, casi el 2% del combustible que mueva cada vehículo será de los llamados ecológicos. Para el 2010, el objetivo es llegar hasta el 6%. El Plan del Gobierno asegura que se trata de una medida necesaria para reducir las emisiones de CO2, converger con los compromisos de Kioto y combatir el cambio climático.

Al bioetanol y el biodiesel se les conoce como los combustibles verdes y no son pocos los que auguran una nueva generación de medios de transporte más amigables con el entorno y el clima gracias a ellos. Sin embargo, estos carburantes verdes tienen una cara negra, y esta semana una noticia de la prestigiosa revista Science ha vuelto a sacarla a la luz.

Tres científicos de la Universidad de Leeds, en el Reino Unido, han decidido poner a prueba la efectividad de estos combustibles en uno de sus usos propuestos: la reducción de emisiones de CO2 a la atmósfera.

Existen múltiples estrategias políticas y científicas que se pueden escoger para reducir estas emisiones y la elección no es ni mucho menos fácil. Aparte de los condicionantes técnicos, hay muchas variables sociológicas, económicas y comerciales que deben tenerse en cuenta. Los autores de este informe han decidido centrarse en las dos estrategias de recorte de emisiones que parecen más aplaudidas. El uso de biocombustibles a gran escala y el aumento de la masa boscosa para "secuestrar" carbono de la atmósfera.

La primera idea se basa en la obtención de carburantes como el etanol o el diesel a partir de la fermentación de cultivos como el maíz, la remolacha o el trigo. La segunda consiste en reforestar el planeta con el fin de que la masa biológica vegetal absorba grandes cantidades del CO2 que emite la actividad humana a la atmósfera.

Dado que el suelo es un bien escaso y valioso y que ambas estrategias exigen el uso de grandes extensiones (bien para el cultivo o bien para la reforestación), los autores del trabajo han decido evaluar la relación entre el coste en área cultivada y el efecto en CO2 reducido de los dos planteamientos estratégicos en un periodo de 30 años vista.

Con estas premisas, los datos obtenidos han sido apabullantes. Para conseguir que el 10% de los combustibles consumidos fuera ecológico, sería necesario utilizar el 38% de la tierra de cultivo en Europa y el 43% en Estados Unidos exclusivamente para la producción de "gasolina". Dado que este modesto objetivo del 10% no puede ser asumido con las existencias actuales de tierra de cultivo (imagínense emplear de más de un tercio del maíz, la remolacha o el trigo de un país para quemarlo en los motores de los coches), sería imprescindible deforestar grandes extensiones de bosque y convertirlas en fincas de producción de combustible.

El resultado sería, según este estudio, paradójicamente antiecológico. La supuesta reducción de CO2 obtenida por el aumento del uso de biocombustibles no compensaría el aumento de CO2 que se produciría por la pérdida de árboles. En concreto, la reforestación de un área determinada de terreno es capaz de absorber de dos a nueve veces más dióxido de carbono que las emisiones que se evitarían si ese mismo terreno se empleara en la producción de vegetales para su transformación en combustibles verdes.

En otras palabras, con la moda de lo bio podríamos estar haciendo un pan con unas tortas. Según el informe, "si el objetivo principal de las políticas de incentivo del biofuel es la mitigación de las emisiones de CO2, los políticos deberían saber que es más aconsejable a corto plazo dedicarse a aumentar la eficacia de los combustibles fósiles actuales y conservar y restaurar las extensiones existentes de bosque y pradera".

Para colmo, la política intensiva de fabricación de biocombustibles puede tener otros efectos perniciosos. Un informe reciente de la ONU alertó de que la fiebre de lo bio puede derivar en un aumento de la deforestación, la expulsión de pequeñas poblaciones de agricultores de sus tierras y la generación de hambrunas transitorias cuando los recursos de los cultivos hayan de utilizarse para alimentar a humanos y máquinas por igual. Como suele suceder con las grandes ideas de los ecologistas, los primeros afectados serán los países más pobres: mientras las grandes compañías energéticas afilan ya los mimbres de su próximo negocio (la gasolina amiga del medio ambiente) el difícil equilibrio entre la tierra y el hombre en las regiones más desfavorecidas tendrá una nueva fuente de desestabilización.

En nuestro mundo, las cosas no son tampoco nada halagüeñas. En el caso español, por ejemplo, habría que contabilizar los costes derivados de la dependencia energética. Según datos de la Asociación Española de Operadores de Productos Petrolíferos, España tendría que importar tres cuartas partes de la materia prima necesaria para abastecernos de biodiesel y bioetanol. Por cierto, esta materia llegará a nuestro país por mar, en gigantescos barcos propulsados por fuel.

En definitiva: que en esto de defender al planeta de la pérfida huella del hombre uno no sabe a qué atenerse, porque no es oro verde todo lo que reluce.

La subida del precio de los alimentos por usarlos como biocombustibles agrava la pobreza de 100 millones de personas
Miembros del Comité de Desarrollo del FMI y del Banco Mundial dicen en abril de 2008 que usar los alimentos como combustible es un crimen contra la humanidad