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La medicina de santa Hildegarda

2.05.2012
José María Sánchez de Toca
Rafael Renedo Hijarrubia

Acabado el Scivias, Hildegarda dictó entre 1151 y 1158, en los intervalos de sus ocupaciones ordinarias varias obras muy diversas, llamadas "menores", dos de las cuales son de asunto médico y dietético y al parecer las dictó como un todo único llamado "Libro de la sutileza de la diversa naturaleza de las cosas creadas" (Liber subtilitatum diversarum naturarum creaturarum). 

Cuarenta años después de su muerte, esta obra ya estaba separada en dos: “Libro de Medicina Sencilla”, (Liber simplicis medicinae) también conocido como "Física" (Physica) y “Libro de Medicina Compleja” (Liber compositae medicinae) más conocido como Causae et Curae, (Causas y Remedios). 

El libro de medicina simple, la Física, describe en nueve secciones o libros la utilidad para el hombre de las cosas creadas más comunes: las plantas, los elementos, los árboles, las piedras, los peces, los pájaros, los animales terrestres, los reptiles y los metales. No es un libro médico, pues no relaciona enfermedades ni sistematiza remedios, sino más bien una exposición de las propiedades y la utilidad directa de las criaturas más corrientes. 

La otra mitad, el libro de medicina compuesta, Causae et Curae, más breve, es un tratado originalísimo de medicina y fisiología que comienza con la Creación, el hombre y su dependencia del cosmos, y que contiene tres secciones puramente médicas que describen el funcionamiento del cuerpo, regulado por secrecciones internas cuyo desequilibrio provoca las diferentes enfermedades y sus remedios. 

Cada obra tiene distinto destinatario: una es de divulgación y otra para profesionales, pero entre las dos no agotan lo que ha dado en llamarse "Medicina de Santa Hildegarda", pues las obras mayores de Santa Hildegarda (Scivias, Divinorum Operum y Vitae Meritorum) contienen menciones a veces relativamente extensas, de procesos fisiológicos que completan la doctrina de sus libros de medicina. 

En sus obras teológicas, Hildegarda compara muchas veces los proceso del alma a los del cuerpo, o los procesos del cuerpo a los fenómenos cósmicos, geológicos, astronómicos y meteorológicos, desde puntos de vista muy originales y con frecuencia sugestivos.

Durante mucho tiempo la "Medicina de Santa Hildegarda" se citó como una curiosidad de la Historia de la Medicina, pero en realidad no la conocía nadie y así, por ejemplo, un prestigioso historiador de la Medicina habla de ¡San Gil de Garde! Con semejante ignorancia no es extraño que el innegable saber médico y fisiólogico de Hildegarda, se haya atribuído -aunque sin prueba alguna- a la "sabiduría popular germánica", a "un compendio del conocimiento médico medieval", y que se haya dicho de Hildegarda que era una "investigadora científica". Cuando los hechos contradicen los prejuicios, se inventa algo y no pasa nada. 

Pero no es verdad. El saber médico de la Edad Media era de origen judío y musulmán, ámbitos que habían recogido y transmitían los conocimientos médicos de la Antigüedad grecolatina. Nada de ello hay en Hildegarda. Y en cuanto a la sabiduría popular germánica, es mucho suponer, incluso para el Herrenvolk, que los antiguos germanos supieran que las ballenas rascan el fondo del mar con la boca abierta. Si no se acepta el origen divino del saber de Hildegarda, lo honrado es calificarlo de inexplicable, pero es anticientífico atribuirla características que no tiene, basándose en conjeturas o prejuicios. 

Distinto es si lo que nos ha llegado contiene lo que dictó Santa Hildegarda, pues a la vista del desorden de los índices de la edición de 1533 y de la repetición de algunos capítulos, cabe pensar que se haya modificado en copias sucesivas. Sin embargo, el manuscrito que sirvió para la edición de París es sensiblemente igual al más antiguo, de modo que salvo los errores de copista, la obra es la que dictó Santa Hildegarda.

Para Santa Hildegarda la curación depende de recuperar la amistad con Dios, pues solo Él puede dar la vida plena, la salvación y la salud. Al exponer remedios, la Física dice "sanará", "mejorará" o "se curará si Dios quiere" porque a veces la curación de un enfermo podría perjudicar la salvación de su alma. 

El creyente no está libre de enfermedades, pero la evidencia muestra que tiene menos tendencia a contraer algunas y que su recuperación puede ser más rápida. El dolor es menos traumático para quien goza de buena salud espiritual que para el que sufre sin ella. Al preguntarse ¿qué quiere decirme Dios con esta enfermedad? el creyente reflexiona sobre su vida y afronta con menos angustia la enfermedad, porque sabe que Dios la quiere o la permite y que todo sucede para nuestro bien. 

Toda esta sabiduría había quedado ignorada hasta que empezó a aplicarla en Austria, Suiza y Alemania el Dr. Hertzka. 

La Física de Santa Hildegarda fue traducida al español del tomo 197 de la Patrología Latina de Migne en latín por Rafael Renedo Hijarrubia
. Fue publicada en 2009 por la Editorial Akrón (se puede pedir a
info@csed.es ). Puede verse una amplia muestra de la obra en www.hildegardiana.es

Éste artículo ha sido escrito por Rafael Renedo y José María Sánchez de Toca

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Santa Hildegarda y las enfermedades de la piel

1.10.2012
José María Sánchez de Toca
Rafael Renedo Hijarrubia

Hace dos semanas, nos escribían a propósito de “Santa Hildegarda y la caída del cabello”: “Interesantísimo. ¿Dice algo de la psoriasis?”, y la pregunta nos recordó los insoportables padecimientos de quienes hemos visto torturados por esta rebelde afección cutánea.

Bueno, pues la respuesta es que sí. Aunque Santa Hildegarda no menciona la palabra “psoriasis”, que tiene toda la pinta de haberse acuñado muchos siglos después, dejó muchas enseñanzas sobre enfermedades de la piel, graves o leves, entre las que describe la psoriasis. Adelantaremos que la Santa dice que no es difícil de curar.

Santa Hildegarda describe tres distintas afecciones graves de la piel a las que en conjunto llama “lepra”, que para ella no es solo la enfermedad de Hansen como la llamamos ahora. De las tres afecciones graves, la tercera de ellas, la roja, probablemente sea la psoriasis en su estado final: “anchas zonas de heridas como cortezas de árbol bajo las cuales hay carne rojiza”.

La Santa explica las distintas causas de estas enfermedades (íb., 342-345) y habla también de los daños causados por la bilis que, “cuando sobreabunda, se esparce por el cuerpo sufriendo de este modo en sus carnes unas especie de fisuras o pinchacitos hasta que se corrige el exceso de bilis”, lo que tal vez también se refiera al comienzo de las alteraciones en la piel (íb., 304).

Más adelante, el mismo libro expone un remedio (íb., 435-437) que no traeremos aquí porque el libro de “Causas y Remedios de las Enfermedades” es un libro más bien para médicos, y sería conveniente que fuera un facultativo quien lo explicase.

En cambio, en la “Physica”, que es un manual para profanos que explica la utilidad de las cosas creadas más corrientes, vienen muchos remedios para enfermedades de la piel que se pueden aplicar a la psoriasis, como este caso real que publicó “Was ist Hildegardmedizin?”:
Un adulto se dirigió al Presidente de la Liga (austriaca) de Amigos de Santa Hildegarda, en demanda de ayuda para una psoriasis que le amargaba la vida desde su infancia y juventud. A su vez Posch, pidió consejo al Dr. Hertzka, el pionero de la medicina hildegardiana, quien le remitió al capítulo “Liebre” de la Physica (“Physica”, libro 7º, cap.18), donde dice: “Vierta encima de la lepra de una persona la bilis de la liebre, sin mezclar con nada. Si lo unta a menudo, la trama de la lepra se caerá y la persona sanará. La bilis de la liebre es muy útil para esto. Las otras partes de la liebre no tienen mucho uso para medicina”. Sonaba raro, pero el enfermo, que había probado ya tantos medicamentos y potingues, se fue al mercado, compró tres liebres frescas, las sacó la vesícula y se exprimió su bilis sobre la piel.

Inmediatamente sintió un dolor agudísimo, profundo y ardiente. Pero no se desalentó: Puso las vesículas en el frigorífico y durante tres días estuvo poniéndose el resto de la bilis de liebre sobre la piel martirizada. Al tercer día la piel estaba limpia y sonrosada como la de un niño, y pronto tomó el aspecto normal de la piel de un adulto sano. Desde entonces la psoriasis no se le ha vuelto a repetir, dice Posch.

En otro lugar, Santa Hildegarda recomienda raíz de azucena (Lillium candidum) (“Physica”, 1º, 23): “Tome el extremo de una raíz de azucena y macháquela vigorosamente junto con manteca de cerdo añeja (esto es, no fresca). Derítala en un plato pequeño y pásela a un vasito. Entonces, despues de haber calentado el ungüento, úntelo frecuentemente a quien tenga lepra blanca y se curará. La lepra roja se puede curar de la misma manera.Y si alguien tiene un sarpullido, beba leche de cabra y la erupción lo dejará inmediatamente. Tome también el tallo y las hojas de las azucenas, macháquelos para extraer el jugo, amáselo con un poco de harina y unte con él la parte del cuerpo donde padece el sarpullido. Antes de utilizar esta pomada siempre debe utilizar leche de cabra. Además, el olor de los primeros brotes de zucenas y el olor de las flores hace feliz el corazón del hombre y le suscita pensamientos correctos.”

Como siempre en Santa Hildegarda, hay que suponer que no solo cabe emplear azucenas, sino tambien cualquier otra especie del género Lillium:
Para una “sarna pequeña en la piel”, (con lo cual puede referirse a cualquier sarpullido) recomienda serpol o serpillo, el tomillo rastrero (Thymus serpillum): “Una persona cuya carne este enferma como si la sarna le estuviera creciendo debe comer a menudo serpol con la carne o cocinado en puré. Su carne se purificará desde el interior y se curará. Y quien tenga un poco de sarna en la piel, machaque serpol con manteca de cerdo fresca y haga una pomada. Cuando se unte con ella se curará. Y quien tenga el cerebro enfermo como si estuviera vacío, pulverice serpol y mézclelo con harina fina de trigo y agua. Haga tortitas con ello y cómalas a menudo y su cerebro mejorará”.

La Physica trae más remedios para enfermedades de la piel: sysemera (hierba de Santa María, para la "lepra" en general), orégano ("lepra roja"), agrimonia ("lepra por incontinencia"), gladiolo ("lepra reciente"), tomillo ("lepra" en general), cardo (para las erupciones), abedul (cuando la piel se enrojece y forma pústulas) y alguno más, pero seguramente con lo dicho basta para probar. Que haya suerte y por favor, manténganos informados.

José María Sánchez de Toca

Rafael Renedo Hijarrubia

(Más en
www.hildegardiana.es . Quienes quieren obras de Santa Hildegarda en papel, prueben en Airón Libros

(Librería Bertrand). C/ Fuencarral, nº 141. 28010 - MADRID. Tfno: 914455631)

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Santa Hildegarda y la caída del cabello

19.09.2012

José María Sánchez de Toca
Rafael Renedo Hijarrubia

La preocupación por conservar el cabello es antigua y universal, y quizá ahora más universal que antes porque ahora afecta también a la otra mitad del género humano que antes parecía que tenía garantizada su conservación.

Y es que para muchas personas, perder el cabello puede llegar a afectar a la personalidad: Conozco un converso, por lo demás no demasiado agraciado, que el día que recibió la gracia tumbativa que le volvió al redil se ofreció por entero al Señor: “Dios mío, lo que tu quieras”, pero al cabo de un instante añadió: “Pero no me dejes calvo”.

Y es que no en vano la Beata Ana Catalina Emmerich dice que nuestros cabellos son los restos degenerados y mustios de la espléndida gloria que rodeaba las cabezas de Adán y Eva en el Paraíso.

En nuestros días, los tratamientos de quimioterapia, y otras causas menos conocidas han multiplicado los casos de caída del cabello y alopecia, que pueden llegar a convertirse en silenciosas tragedias personales. El otro día, una encantadora señora me preguntaba si la Santa habría dicho algo sobre alopecia. Para ella, y para tantos como ella, hemos buscado en los textos y esto es lo que hay: en líneas generales, Santa Hildegarda dice que “el cerebro es húmedo y de aquella humedad crece pelo en la cabeza” (Causae, 77), en lo que hay que entender que la cabeza recibe mucho riego sanguíneo, que también alimenta la cabellera.

Más adelante señala la relación que existe entre calvicie y barba: “Muchísimas veces ocurre que quienes tienen la calva grande y amplia, tienen también la barba grande y amplia, y quienes tienen la barba débil y escasa, tanto más cabello tienen en la cabeza”(Causae, 176).

Como remedio para la caída incipiente del cabello de los adolescentes, dice: “Cuando al hombre se le empiezan a caer los primeros cabellos ya de adolescente, tome grasa de oso así como un poco de cenizas de un haz de paja de trigo y candeal, y mézclelo todo y a continuación úntese la cabeza con ello, en concreto donde los cabellos han empezado a volar de su cabeza. Después, deje de hacerlo, pero no lave este ungüento de la cabeza; de este modo, los cabellos que aun no se hayan caido quedarán impregnados y fortalecidos por esta mezcla, de tal forma que en mucho tiempo no se caerán. Se ha de hacer así con frecuencia y se ha de estar sin lavar la cabeza. Pues el calor de la grasa de oso es de tal naturaleza que suele hacer crecer numerosos cabellos, y las cenizas de paja de trigo y candeal lo fortalecen para que no caiga pronto. Cuando todo ello se mezcla convenientemente, como queda dicho, detiene la caída del cabello del hombre”. (Causae, 352).

En el siglo XII, cuando Santa Hildegarda dictó este texto, seguro que no era problema conseguir grasa de los muchos osos que pululaban por toda Europa, entre otros sitios por El Pardo; muchos años después de la muerte de Santa Hildegarda un oso mató un infante de Castilla en Cañamero, cerca de Guadalupe. No hace tanto, a principios del siglo XX Juan Muñoz mataba osos en Asturias dejándose abrazar con un cuchillo en la mano.
Pero conseguir grasa de oso en estos tiempos debe ser muy dificil, asi que tendremos que esperar a que la industria farmacéutica se fije en este párrafo hildegardiano y averigüe los principios activos que sin duda están escondidos en la grasa de oso y las cenizas de paja de candeal.

Pero no hay que desanimarse, porque Santa Hildegarda nos ofrece otro remedio por medio de una utilidad insospechada del ciruelo, cuya fruta por otra parte la Santa denuncia como dañina y peligrosa para sanos y enfermos, porque “aviva la melancolía, aumenta los humores amargos y hace burbujear las enfermedades”. (Physica, 3,7). Santa Hildegarda dice que: “A quien se le esté ajando [el pelo de] la cabeza o le salga caspa, que reduzca a cenizas cortezas y hojas de ciruelo, y con las cenizas haga lejía, y lávese la cabeza a menudo con esta lejía, y [la cabellera] se le pondrá clara y bonita y le crecerán muchos preciosos cabellos” (íbidem)

Santa Hildegarda precisa que cualquier variedad de ciruelo sirve, ya sea cultivada, silvestre o de adorno, mirolabanos o prunos. Helmut Posch, fundador de la Liga de Amigos de Hildegarda (Bund der Freunde Hildegards) comenta en su libro Was ist Hildegard-Medizin? (“¿Qué es la medicina hildegradiana?”): “¡Lo que darían los fabricantes de champú por encontrar un crecepelo que funcionara! Yo solo puedo asegurarles que algunos amigos de Santa Hildegarda han experimentado ya resultados sorprendentes con esta lejía: a uno le han crecido los pelitos para asombro de su peluquero, y a otro por fin se le quitó la caspa. Lo trabajoso es preparar esta lejía: Hay que descortezar ramas, recoger hojas, y quemarlo todo cuando esté seco. Entonces se meten las cenizas en agua caliente y se lava uno la cabeza frecuentemente con ella. Un señor de Niederdorf me escribe: “Puedo informarle acerca de la ceniza de corteza y hojas de ciruelo. Tenía mucha caspa con muchos picores. Con esta lejía conseguí un éxito aplastante para escarnio de tantos champús. Además, mi hermana me dice: Esta lejía sustituye también al robustecedor del cabello. No se me cae el pelo al lavarme la cabeza ni aparecen pelos en la almohada”. (Posch: Was ist Hildegard-Medizin?, pp.16-17)

Pues que haya suerte. No lo hemos probado y no sabemos cómo será de eficaz este crecepelo (o más bien robustecedor de pelo), pero en todo caso no cuesta un euro y nos fiamos de Santa Hildegarda. Ya nos contarán ustedes.

José María Sánchez de Toca y Rafael Renedo Hijarrubia

Más información en
www.hildegardiana.es

PS.- El pasado lunes 17 de septiembre de 2012, la Iglesia Universal celebró por primera vez la fiesta de Santa Hildegarda. Enhorabuena a todos los amigos de la Santa del Rin.

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Lejía de ciruelo y kilos de sobra24.10.2012
Jose María Sánchez de Toca
Rafael Renedo Hijarrubia

Una amable corresponsal escribe:
"Me dirijo a ustedes porque me gustaría que me explicaran como se hace la lejía con las cortezas y hojas de ciruelo porque es que no tengo ni idea de como hacerlo. Así mismo quisiera saber si Santa Hildegarda comenta el tema de la obesidad y si hay alguna piedra para ayudar en ese tema.He leído muchas veces sobre las propiedades curativas de las piedras y en algunos sitios te recomiendan alguna que te puede ir bien, pero no me acabo de fiar porque vete a saber de donde sale ese conocimiento, pero de Santa Hildegarda si me fío porque su conocimento viene de Dios, y más desde que la han hecho doctora de la Iglesia."

Bueno, pues contestaremos en la medida, más bien corta, de nuestros conocimientos: Según nos informa amablemente el Espasa, la lejía tradicional que se usaba para lavar y blanquear la ropa se hacía haciendo pasar agua por ceniza de leña. El agua arrastraba al pasar las sales alcalinas de las cenizas (carbonato potásico, sobre todo), y se convertía en lejía. La ceniza se recogían del hogar donde ardían los leños y con ella se hacía la colada, que consistía en poner capas de ropa poco apretada en una tina de madera; y encima un paño grueso en el que se colocaba la ceniza y se vertía a intervalos agua muy caliente que al pasar por la ceniza se convertía en lejía y pasaba a través de la ropa. La tina tenía debajo un enrejado y un grifo para vaciar el agua al cabo de doce horas, momento en que se sacaba la ropa para aclararla.

Santa Hildegarda no dice nada de esto, y creemos que lo que dicen los doctores alemanes al mencionar la lejía es que el agua arrastrará determinadas sales alcalinas de la cenizas de las cortezas y hojas del ciruelo. El procedimiento puede ser parecido: poner la ceniza en un trapo encima de un barreño y verter agua caliente encima.

No lo hemos hecho nunca. Lo que sabemos de Santa Hildegarda es (casi) puramente libresco y solo hemos ensayado unos pocos de los miles de remedios que propone, por eso pedimos que quienes los prueben nos lo cuenten.

Lo verdaderamente difícil para un habitante de ciudad es localizar ciruelos, porque sin frutos ni hojas todos los frutales son bastante parecidos, pues casi todos pertenecen a las "rosáceas" y son géneros o especies cercanos. Por eso la Santa nos da la pista del pruno, que se conoce bien porque tiene las hojas de un bellísimo color casi morado, y del endrino, un matojo espinoso que en el Norte de España es un matorral de cierto porte, aunque en el resto de España no son más que quasi fósiles que sobreviven a duras penas.

La otra pregunta se las trae. A nuestro entender, la obesidad es un estado al que se llega de muy diversos modos, por retención de líquidos (hidropesía), excesos en comida y bebida, falta de ejercicio, mal funcionamiento o destrucción de la glándula tiroidea y seguramente muchas más que ignoramos del mismo modo que ignoramos los remedios.

Santa Hildegarda habla de la gordura en el párrafo 314 de "Causas y Remedios, y dice que si alguien come carnes u otros alimentos sobremanera grasientos o repletos de sangre propende a ponerse enfermo por esta causa, más bien que a estar sano, porque esta comida tan grasienta, por la humedad escurridiza que genera no puede permanecer quieta en el estómago humano para su digestión correcta y saludable. Por eso se deben comer carnes con la grasa adecuada y alimentos con la justa proporcion de sangre para que pueda retenerlos con vistas a una buena y correcta digestión".

En realidad, esto alude solamente a un caso concreto. Tiene que ser el facultativo quien diagnóstique cuáles son las causas de la obesidad, y entonces se podría ver si en Santa Hildegarda hay algo para esas disfunciones o malfuncionamiento de órganos.

Pero si la gordura le viene como a uno que conozco al que le gustaría perder veinte kilos y dárselos a los necesitados de mollas, entonces el problema se reduce a ayunar o comer menos. Para eso tendría que cerrar el pico y darse buenas caminatas, "poca cena y mucha suela" pero claro, siempre encuentra pretexto para no hacerlo. Bueno, pues Santa Hildegarda da un consejo precioso en el Libro Cuarto de la Physica, capítulo 17 "El Diamante", que Vd puede encontrar porque acaba de publicarse con el título "El libro de las piedras que curan". En este precioso libro se recoge (p.183) esta perla:

"Y si alguien no puede ayunar, ponga esta piedra en su boca y el hambre disminuirá así que podrá ayunar mucho más tiempo".

Diamante suena a desayuno con diamantes, anillos de compromiso y marajáes de la India. Bueno, pues no. El año 2005 se extrajeron casi 25.000 toneladas de diamantes, que no está nada mal. De ellos solo una mínima parte se destina a joyas, mientras que el resto va a brocas, perforadoras, taladradoras y tuneladoras, muelas y discos de corte y cosas por el estilo. Si se asoma a Internet y pregunta por diamantes en bruto se enterará de muchas cosas (entre otras, que un proveedor de gemas chino se llama Alí Babá) y verá que puede adquirir por correo diamantitos de medio quilate o así (el quilate de las piedras preciosas pesa con mucha aproximación 0,2 gramos). Hace poco compramos en Internet por diez euros, correo incluido, cinco diamantitos en bruto, cada uno de unos 4 milímetros, que pesaban en total 2 quilates.

Para la hidropesía hay otro remedio, que si le interesa trataremos en otra ocasión.

Jose María Sánchez de Toca
Rafael Renedo Hijarrubia

Más en
www.hildegardiana.es y en "Libro de las piedras que curan" de Santa Hildegarda de Binguen, Madrid: Libros Libres, 2012.

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Octubre, tiempo de membrillos

21.10.2012
Jose María Sánchez de Toca
Rafael Renedo Hijarrubia

Esta es la época de los membrillos, fruta modesta y poco atractiva a la que sin embargo Santa Hildegarda atribuye excelentes virtudes pues, según ella, una vez maduros (¡ojo a este detalle!) los membrillos crudos no hacen daño a sanos ni enfermos, y asados o cocidos son buenísimos para unos y otros (PL, 1220): Quitan el reuma, evitan que se obstruyan los sentidos y que los miembros se rompan o pierdan fuerzas; reducen también el exceso de saliva; y aplastados cocidos o asados curan las úlceras hediondas; y aquí hay que llamar de nuevo la atención sobre la fetidez de las úlceras, que parece nos apunta a la gangrena gaseosa.

El Dr. Hertzka, el médico que tomó en serio los remedios de Santa Hildegarda y empezó a aplicarlos hasta el punto de crear escuela, (él fue quien promovió la resurrección del cultivo y empleo de la espelta que se ha extendido por todo el mundo) dejó escrito que en otoño mandaba a sus pacientes reumáticos una cura de membrillos. En su opinión, lo que cura el membrillo es la arterioesclerosis, la calcificación de las venas responsable a su vez de las pérdidas de vista y de oído y demás órganos sensoriales, los sentidos obstruidos que dice Santa Hildegarda. Dice también que el exceso de saliva puede parecer una enfermedad banal, pero desde luego no lo es para quien la padece, y que es un síntoma que acompaña al Párkinson. En cuando a las úlceras, piensa que la acción curativa del membrillo se debe a que mejora la circulación. Es más, sugiere que la industria farmacéitica investigue si, como parece, es que el membrillo reduce el ácido úrico en sangre. En definitiva, decía Hertzka, en otoño, hay que darse una cura de membrillo. (Posch, "Was ist...", pp. 34-36)

A los niños de mi generación nos daban de merienda pan con membrillo como alternativa al pan con chocolate elaborado con cacao de la Guinea Española. Las abuelas guardaban membrillo en los armarios que daban a la ropa aroma a limpio y a hogar, y las amas de casa más competentes hacían en casa carne de membrillo que solía ser un bocado de ángeles con altísimas cotas de perfección. Había dos escuelas, unas quitaban el corazón y otras no; la verdad es que a la mejor carne de membrillo casera que he tomado no le quitaban nada, ni la piel ni el corazón. Más adelante se pusieron de moda los canapés de membrillo con queso, pero todo era a base de carne de membrillo. El Dr. Strehlow, discípulo y sucesor del Dr. Hertzka, ("Die Erhahrung...", pp. 240-245) ofrece una sugestiva lista de recetas para asar o cocer el membrillo cuyo único defecto es que está en alemán, y nos enseña a hacer confitura, pan, pastas, compota, jalea, y albóndigas, además de membrillos en sirope y membrillos caramelizados. Las proporciones de membrillo y azúcar van del membrillo caramelizado, con diez partes de membrillo por una de azúcar (morena, siempre), a la jalea y el pan de membrillo, con tanta azúcar como membrillo, y pasando por las pastas, tres de membrillo por una de azúcar, y la confitura, una de membrillo por 0,6 de azúcar. Todas las recetas llevan además otros remedios de Santa Hildegarda: clavo, galanga, canela o nuez moscada. Para que las expertas puedan comparar, traducimos tres de sus nueve recetas:

Compota de membrillo: (1 kg de membrillos, 100 gr de azúcar, 1 litro de agua, canela y clavo). Frotar los membrillos, la piel se puede dejar, pero quitar las manchas. Hacer lonchas y quitar el corazón. Poner en la olla las lonchas con clavo y canela tapadas a fuego lento, y si se quiere azucarlas antes de servir, pero el azúcar no es necesario porque el membrillo tiene su propio sabor.

Pan de membrillo: (1 kg de membrillos preparados como para compota, 1 kg de azúcar morena, 20 gr. de polvo de galanga, almendras machacadas y un poco de aceite )
Se ponen los membrillos en una olla baja y se cuecen una hora removiendo de vez en cuando. Mientras tanto se pelan y parten las almendras en trozos grandes, que se añaden a los membrillos poco antes que sea la hora. Poner papel de horno en una fuente y pintarlo bien de aceite. Cuando la masa de membrillo se haya enfriado, se distribuye por igual como 1 cm de espesor en la fuente y se le añade galanga. Luego se deja tres o cuatro semanas en la nevera para que se seque. Cuando ya esté seco, se retira el papel, se corta el pan de membrillo en cuadritos o rombos y se rebozan en azúcar o almendra muy picada. Luego se pueden guardar en tarros en la despensa, aguanta mucho.

Sopa de cabrito con membrillo: (1/2 kg de cabrito en piezas, 3 membrillos, 3 cebollas, algo de mantequilla o de aceite de girasol, agua, 1 cucharada de azúcar morena, media cucharadita de canela, media de pelitre, y otra de galanga y nuez moscada.) Lavar la carne de cabrito y cortarla en pedacitos. Meterla en la olla y cubrirla con agua. Pelar los membrillos, hacerlos pedazos y quitar el corazón. Pelar y picar las cebollas. Luego rehogarlo todo en la sartén durante diez minutos con algo de mantequilla o aceite, junto con los membrillos y el caldo de cabrito cocido. Añadir el azúcar, la canela y las demás especies y, para concluir, los pedacitos de carne.

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Las castañas

25.09.2012
José María Sánchez de Toca
Rafael Renedo Hijarrubia

El Madrid el año pasado no tuvimos castañas decentes ni en las fruterías postineras; las castañas estaban fofas o tenían un desagradable moho verde. Esperemos que este año sean mejores porque las castañas son estupendas y el castaño (o para ser más precisos, la castanea sativa, el castaño común, que no el de Indias) es un árbol realmente majestuoso.

Más pirámidal que cónico, de porte muy respetable, en Istán, unos kilómetros de curvas al Norte de Marbella, está (o estaba, porque no sabemos si habrá sobrevivido al terrible incendio de este verano) el “Castaño Santo”, un árbol milenario bajo cuyas ramas oyó misa Fernando el Católico. A 1,30 del suelo mide 15 metros de perímetro, y a ras de suelo, 22 metros. Quiera Dios que se haya salvado este que es uno de los árboles singulares de España, y que merecía estar en el escudo nacional.

La Luz Viva que instruía a Santa Hildegarda del castaño dice que “tiene gran energía … y su esencia y su fruto son útiles contra todas las enfermedades de los hombres”. Ahí es nada, útil contra todas las enfermedades del hombre.

Más adelante en otro lugar dice que “quien se haga un bastón de madera de castaño y lo lleve en la mano de forma que caliente su mano fortalecerá sus venas, y se reforzarán todas las energías de su cuerpo”. Es más: “Aspire con frecuencia el olor de esta madera, que da buena salud a la cabeza”.

La Physica elogia generosamente las bondades del castaño sin poner ningún pero, algo bastante insólito en esa obra que alterna alabanzas y vituperios con total imparcialidad.

Según la Physica, las castañas en miel, asadas, crudas, en gachas o cocidas sirven respectivamente para el hígado, bazo, corazón, estómago y riego del cerebro:
Con miel: A quien le duela el hígado, machaque castañas, póngalas en miel y cómalas a menudo con la miel y su hígado se curará.

Castañas asadas: A quien le duela el bazo, que ase un poquito al fuego unas castañas y las coma a menudo moderadamente calientes, y calentará su bazo, que tenderá a mejorar del todo.

Crudas: A quien le duele el corazón, y esté triste, que coma con frecuencia castañas crudas, que vertirán su jugo al corazón y lo reforzarán y alegrarán.

Gachas de castañas: A quien le duela el estómago, que hierva castañas en agua, y cuando estén cocidas, que las triture sin sacarlas del agua. En un plato pequeño aparte, mezcle con agua un poco de flor de harina, y a esta mezcla agréguele un poco de polvo de regaliz y algo menos de polvo de raíz de polipodio. Reúnalo todo y vuelva a cocerlo todo junto para hacer una especie de gachas que purgarán su estómago, lo fortificarán y lo calentarán”.

Posch, Presidente de la Liga de Amigos de Santa Hildegarda, cuenta que su primer contacto con la medicina hildegardiana se lo debe a dos hermosas úlceras, una de estómago y otra de duodeno, fruto de su trabajo extenuante, cinco cafés y treinta cigarrillos diarios. Las úlceras se recrudecían en primavera y otoño y así estaba cuando entró en contacto con el Dr. Hertzka, que acababa de publicar So heilt Gott (“Así cura Dios”) sobre Santa Hildegarda y sus remedios, quien le recomendó las gachas de castañas.

Posch coció bien cocidas media docena de castañas peladas en cuarto de litro de agua con la olla tapada hasta que se dejaron aplastar mientras su mujer hacía una papilla en un platito con un poco de agua caliente, una cucharada de polvo de paloduz bien colmada, otra rasa de polipodio y tres de harina de trigo. Luego echaron la papilla a las castañas hervidas y aplastadas, lo removieron todo, volvieron a cocerlo un rato y las gachas estaban listas. Posch dice que al principio no le gustó el sabor, pero poco a poco le fue gustando y al cabo de tres días estaba sin dolores. Por precaución siguió tomándolo una semana, pero ya estaba sano. Así empezó su aventura hildegardiana. (Posch: Was ist Hildegard Medizin?, p. 29)

Castañas cocidas: “Si alguien tiene el cerebro vacío por la sequedad (esto es, por falta de riego) y por eso tiene débil la cabeza, debe cocer en agua el núcleo más interior de la castaña, sin agregarle nada más. Tire el agua, cóma a menudo de esto con el estómago vacío o con comida, y su cerebro mejorará y se llenará, sus nervios seran fuertes y el dolor de cabeza cesará”.

Como las frases de Santa Hildegarda hay que mirarlas despacio, Posch (1988) cree que el “cerebro vacío por la sequedad” son los vahidos al incorporarse por tener la tensión baja, pero hay quien piensa que se refiere a cualquier falta de riego en el cerebro.

Y para los gotosos irritables y coléricos, una sauna de agua de castañas:
“Quien esté gotoso y por tanto irascible, ya que la ira siempre acompañada a la gota, cueza en agua castañas con hojas y corteza de castaño. Tome frecuentemente baños de sauna con este líquido y le cesará la gota y tendrá buen carácter”.

Jose María Sánchez de Toca y Rafael Renedo Hijarrubia

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La bebida y santa Hildegarda

4.06.2012
José María Sánchez de Toca
Rafael Renedo Hijarrubia

En materia de bebidas, las enseñanzas de la Luz Viva que dictó a Hildegarda son sumamente originales: " en invierno ... beba vino y cerveza, y evite el agua si puede, ya que en ese momento las aguas no son saludables por la humedad de la tierra". En líneas generales, si hay que beber, Santa Hildegarda es terminante: Vino, a ser posible peleón, y si no, cerveza y si no, hidromiel. El agua solo en último extremo.

"Beba más en verano que en invierno ... porque el agua bebida daña menos que en invierno. En verano, cuando se está muy caliente por dentro, si tiene salud en el cuerpo beba agua [pero] tibia con moderación y a continuación ande un poco de aquí para allá, para que le caliente el cuerpo. Entonces es más saludable para el cuerpo que si tomara vino ... pero si está enfermo, beba vino mezclado con agua, o cerveza, que le da más fuerzas que si bebiera agua".

Ahora bien "en todo momento, tenga cuidado de no beber en exceso ni en invierno ni en verano porque lo mismo que una lluvia excesiva daña la tierra, el que bebe en exceso vuelve inútil el cuerpo por sus diversos humores ... Si bebe en exceso en la comida, ... los humores rectos se desordenan". Y cuando dice "bebe" no se refiere a las bebidas alcohólicas, sino a cualquier cosa.

Eso sí, sin pasarse: "Que nadie se abstenga demasiado de beber, pues se secaría y le vendría pesadez de mente y cuerpo". Durante la comida "beba un poco y coma otra vez y cuando al comer se seque por el calor otra vez y tenga sed de nuevo, beba otra vez y hágalo así mientras come; porque si no bebiera mientras come ... se volvería torpe de mente y cuerpo, la sangre no elaboraría buen jugo, y no tendría buena digestión ... pues el hombre, que ... se nutre de alimentos variados, tiene mayor necesidad de bebidas al comer que los demás animales que pacen heno y hierba".

El vino: "aumenta la sangre humana más que cualquier otro alimento o cualquier otra bebida [...] sana y contenta al hombre por su grato calor y sus propiedades y buenas cualidades". "El vino es la sangre de la tierra; está en la tierra como la sangre en el hombre, y tiene además cierta afinidad con la sangre del hombre".

Por la noche o recién levantado la recomendación es tajante: nada de agua: Vino y si acaso, cerveza: "Cuando aún tiene sueño, tenga cuidado de no beber al instante, porque induciría enfermedades y excitaría sus humores y su sangre en tempestades injustas. Cuando se despierte, absténgase un tiempo del agua aunque tenga mucha sed, hasta que el sueño se haya ido del todo. Esté sano o enfermo, si tiene sed después de dormir, beba vino o cerveza y no agua, porque el agua dañaría su sangre y sus humores más que favorecerlos." Sospechamos que se trata de evitar que el organismo, todavía adormilado, envíe el líquido a los pulmones

Pero sobre todo, "que ningún hombre beba en ayunas, salvo que tenga alguna enfermedad que le obligue a hacerlo y en tal caso le es más saludable beber vino que agua". La Luz Viva advierte: "si alguien bebe vino en ayunas sin necesidad se convertirá en ansioso de alimentos y bebidas, necio y de seso vacuo".

Por otra parte, "quien tiene fiebres cotidianas que nacen de distintos alimentos, no beba nada en ayunas ... Coma algo primero, para que sus venas se fortalezcan algo con el jugo de los alimentos, y entonces beba vino, que no le hará mal. Si no tuviera vino, cerveza, si no, hidromiel, y si no tiene, cueza agua, déjela enfriar y bébala luego..."
A los gotosos que están baldados les hace esta sorprendente recomendación: "El hombre que sufre parálisis a causa de la gota ... no puede ser moderado en sus gestos y costumbres. Beba entonces vino en ayunas y si no puede, tome cerveza de cebada o de trigo candeal, y si no tiene nada de ésto, que cueza agua con pan, la cuele por un paño y la beba tibia. Hágalo cada día y se relajarán las tormentas de la gota. Si le fallan las fuerzas del cuerpo, beba con moderación lo que se ha dicho en ayunas, y si tiene salud, beba suficiente vino, cerveza o agua cocida con pan en ayunas y la gota se aquietará".

El vino, que sea corrientito y más bien aguado, porque "el vino caro y fuerte seca la fuerza de la vejiga del hombre ... y agita de mala manera las venas y la sangre del hombre ... cosa que no hace el vino peleón que no tiene tanta fuerza ... Por lo cual, quien quiera beber vino fuerte y caro, que lo mezcle con agua para que se debiliten y atemperen un poco su fuerza y calor; y el vino peleón también se ha de rebajar con agua hasta que suavice y mitigue su amargor y acidez; porque ... el vino, sin la mezcla del agua, perjudica y seca al hombre, le disminuye su salud corporal y le aporta delectación carnal".

En fin, a falta de vino, mejor será cerveza que agua: "la cerveza engorda las carnes del hombre y le proporciona buen color de cara gracias a la fuerza y buena jugo de su cereal. En cambio el agua debilita al hombre y si está enfermo lo debilita y le produce algo de livor alrededor de los pulmones, porque el agua es débil y no tiene ninguna virtud fuerte".

Pero claro: "si el hombre está sano, si a veces bebe agua, no le será perjudicial".

José María Sánchez de Toca y Rafael Renedo.

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