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Falta de vocaciones... ¿Y si hiciésemos lo que Jesús dice?

"Rogad al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies" (Mt 9,38).

Es penoso que incluso el día en que se lee en la misa este evangelio se oigan recomendaciones y exhortaciones a hacer una serie de cosas muy buenas en todo menos en que no dan resultado. A participar en planificaciones formidables, pero que fallan estrepitosamente. Siendo así que es el mismo Jesús el que dice lo que hay que hacer ante el hecho que Él plantea de que la mies es mucha y los obreros, pocos.

Los nuevos Estatutos del Apostolado de la Oración de 2018 insisten en el apostolado de los seglares:

«El Concilio Vaticano II ha recalcado la importancia y la vigencia del apostolado de los laicos, que brota de su condición cristiana por la gracia del bautismo.
La importancia de este apostolado de los laicos ha sido reafirmada por el Código de Derecho Canónico del 1983. Cf. CIC can. 225 § 1: “Puesto que, en virtud del bautismo y de la confirmación, los laicos, como todos los demás fieles, están destinados por Dios al apostolado, tienen la obligación general y gozan del derecho, tanto personal como asociadamente, de trabajar para que el mensaje divino de salvación sea conocido y recibido por todos los hombres en todo el mundo”».

El papa Pío XI incluía en 1929 a los profesores católicos entre los obreros que envía a la mies su Dueño:

"También a estos auxiliares de la educación se aplica el dicho del divino Maestro: La mies es mucha, pero los obreros pocos (Mt 9,37); roguemos, por tanto, al Señor de la mies que multiplique el número de estos obreros de la educación cristiana" (Divini Illius Magistri, 74)

Pero lo prioritario es pedirle a Dios más sacerdotes y rezar con insistencia por los sacerdotes y obispos que ya ha enviado. Ofrecer por ellos nuestras oraciones acompañadas de ayunos y otras mortificaciones, no sea que seamos nosotros los que pequemos de omisión y disociemos el predicar del dar trigo.

Santa Teresa del Niño Jesús dice y enseña como doctora de la Iglesia que es:

"Comprendí que sólo el amor podía hacer actuar a los miembros de la Iglesia; que si el amor llegaba a apagarse, los apóstoles ya no anunciarían el Evangelio y los mártires se negarían a derramar su sangre..." (Historia de un Alma, Manuscrito B, 3vº).

Este amor imprescindible para que haya sacerdotes y para que los sacerdotes sean buenos sacerdotes incluye la ofrenda del sufrimiento:

"No tengo otra forma de demostrarte mi amor que arrojando flores, es decir, no dejando escapar ningún pequeño sacrificio... Quiero sufrir por amor, y hasta gozar por amor. Así arrojaré flores delante de tu trono... Y además, al arrojar mis flores, cantaré ... , cantaré aun cuando tenga que coger las flores entre las espinas, y tanto más melodioso será mi canto, cuanto más largas y punzantes sean las espinas". (Historia de un Alma, Manuscrito B, 4rº-4vº).

He sufrido mucho desde que estoy en la tierra. Pero si en mi niñez sufría con tristeza, ahora ya no sufro así: lo hago con alegría y con paz, soy realmente feliz de sufrir.
(Santa Teresa del Niño Jesús: Historia de un Alma, Manuscrito C, 4vº).

La ofrenda del deseo de todos los sufrimientos:

"Como tú, adorado Esposo mío, quisiera ser flagelada y crucificada... Quisiera morir desollada, como san Bartolomé... Quisiera ser sumergida, como san Juan, en aceite hirviendo... Quisiera sufrir todos los suplicios infligidos a los mártires... Con santa Inés y santa Cecilia, quisiera presentar mi cuello a la espada, y como Juana de Arco, mi hermana querida, quisiera susurrar tu nombre en la hoguera, Jesús... Al pensar en los tormentos que serán el lote de los cristianos en tiempos del anticristo, siento que mi corazón se estremece de alegría y quisiera que esos tormentos estuviesen reservados para mí..." (Historia de un Alma, Manuscrito B, 3vº).

Porque obviamente el amor tiene que ser verdadero, es decir, amor con locura. Como el de Jesús por nosotros.

Suplico a nuestros pastores que promuevan rogativas junto con sacrificios para pedir al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies y que afiance a los ya enviados.

Para que podamos cumplir lo que Jesús, el Verbo hecho carne, dijo a todos según el evangelio de san Mateo y a san Pedro según el evangelio de san Lucas:

«La mies es mucha y los obreros pocos. Rogad, pues, al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies» (Mt 9,37-38).

«Yo he rogado por ti para que tu fe no desfallezca. Y tú, una vez convertido, confirma a tus hermanos» (Lc 22,32). 
Y que es aplicable a "la Iglesia de todos los tiempos", como explicó Benedicto XVI en su homilía del 29 de junio de 2006.
El Papa Francisco insistentemente pide que oremos por él.

Así conseguiremos que Dios envíe muchos y buenos sacerdotes y religiosos y los sostenga.

Y conseguiremos el fin primordial de toda oración: unirnos a Dios haciendo nuestros los anhelos del Corazón de Jesús.

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Jesús dice que roguemos, pero ellos dicen que hagamos otra cosa y después se lamentan de que no haya vocaciones.

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Es urgentísimo rezar y suplicar constantemente por los sacerdotes y obispos

Están en el máximo peligro, porque el demonio, aún más constantemente, les acecha y busca hacerles caer en sus asechanzas.

Dios quiere que, en vez de criticarles por sus deficiencias, evitemos caer en ellas y que, si es posible, les pongamos en guardia a los sacerdotes y obispos y a todos respecto a esas caídas. Son suyos. Del Corazón de su Hijo.

Y quiere que le pidamos por ellos. Nosotros se lo debemos, no sólo a Él, sino a los propios sacerdotes y obispos. Cuya intención inicial y a la que han sido llamados es a servirnos y darnos a Jesucristo, su vida, su Cuerpo y su perdón.

Tenemos que pedir asiduamente que constantemente vuelvan a su vocación. A la alegría de su vocación.

Los dos mayores prodigios de Jesucristo los realiza todo sacerdote

Todo sacerdote ha sido dotado con el poder de hacer el prodigio más grande que hizo el propio Jesucristo. En cada misa, en la consagración, convierte el pan en el Cuerpo de Cristo entregado por nosotros; y el vino en su Sangre derramada por nosotros.

Y pueden perdonar nuestros pecados. Lo que sólo puede hacer Dios. A los sacerdotes también les da este poder. Se asemejan así a Dios Padre Todopoderoso, que no sólo manifiesta su poder en la creación, sino más aún al perdonarnos nuestros pecados, porque los destruye, hace que no existan, y es como si nos diera un alma nueva de trinca, inocente y pura por la sangre de Cristo. Y esto hacen los sacerdotes al perdonarnos los pecados. Como el Creador Todopoderoso e infinitamente misericordioso, con cuyo poder amoroso nos perdonan los pecados y nos dan un alma limpia y nueva y nos preparan para la vida divina que nos alimentan en la Eucaristía.

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Señor, perdónanos, que no sabemos lo que hacemos
Esta es la oración apropiada para nosotros. La de Jesús es: "Padre perdónales porque no saben lo que hacen".


Los dos mayores prodigios de Jesucristo los realiza todo sacerdote

Dios elimina nuestros pecados y hace que nuestra alma quede y sea como nueva

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Enviado a InfoCatólica el 12.03.2019 en dos trozos. Y publicado en http://www.infocatolica.com/blog/duropedernal.php/1903111124-la-tasa-de-reemplazo-sacerdot

Falta de vocaciones... ¿Y si hiciésemos lo que Jesús dice?

"Rogad al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies" (Mt 9,38).

Es penoso que incluso el día en que se lee en la misa este evangelio se oigan recomendaciones y exhortaciones a hacer una serie de cosas muy buenas en todo menos en que no dan resultado. A participar en planificaciones formidables, pero que fallan estrepitosamente. Siendo así que es el mismo Jesús el que dice lo que hay que hacer ante el hecho que Él plantea de que la mies es mucha y los obreros, pocos.

Los nuevos Estatutos del Apostolado de la Oración de 2018 insisten en el apostolado de los seglares, como lo hace el sagrado Concilio Vaticano II. Pío XI incluía a los profesores católicos entre los obreros que hay que pedir que envíe a Su mies el Dueño de la mies.

Pero lo prioritario es pedirle a Dios más sacerdotes y rezar con insistencia por los sacerdotes y obispos que ya ha enviado. Ofrecer por ellos nuestras oraciones acompañadas de ayunos y otras mortificaciones, no sea que seamos nosotros los que pequemos de omisión y disociemos el predicar del dar trigo.

Suplico a nuestros pastores que promuevan una movilización general de oración y sacrificio pidiéndole al Dueño de la mies que envíe obreros a Su mies y para que afiance a los ya enviados.

Santa Teresa del Niño Jesús dice y enseña como doctora de la Iglesia que es:

Comprendí que sólo el amor podía hacer actuar a los miembros de la Iglesia; que si el amor llegaba a apagarse, los apóstoles ya no anunciarían el Evangelio y los mártires se negarían a derramar su sangre..." (Historia de un Alma, Manuscrito B, 3vº).

Este amor imprescindible para que haya sacerdotes y para que los sacerdotes sean buenos sacerdotes incluye la ofrenda del sufrimiento:

"No tengo otra forma de demostrarte mi amor que arrojando flores, es decir, no dejando escapar ningún pequeño sacrificio... Quiero sufrir por amor, y hasta gozar por amor. Así arrojaré flores delante de tu trono... Y además, al arrojar mis flores, cantaré ... , cantaré aun cuando tenga que coger las flores entre las espinas, y tanto más melodioso será mi canto, cuanto más largas y punzantes sean las espinas". (Historia de un Alma, Manuscrito B, 4rº-4vº).

La ofrenda del deseo de todos los sufrimientos:

"Como tú, adorado Esposo mío, quisiera ser flagelada y crucificada... Quisiera morir desollada, como san Bartolomé... Quisiera ser sumergida, como san Juan, en aceite hirviendo... Quisiera sufrir todos los suplicios infligidos a los mártires... Con santa Inés y santa Cecilia, quisiera presentar mi cuello a la espada, y como Juana de Arco, mi hermana querida, quisiera susurrar tu nombre en la hoguera, Jesús... Al pensar en los tormentos que serán el lote de los cristianos en tiempos del anticristo, siento que mi corazón se estremece de alegría y quisiera que esos tormentos estuviesen reservados para mí..." (Historia de un Alma, Manuscrito B, 3vº).

Porque obviamente el amor tiene que ser verdadero, es decir, amor con locura. Como el de Jesús por nosotros.

 

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Enviado a InfoCatólica el 24.04.2019 a las 22:19. Y publicado

Es el propio Jesús, el Verbo hecho carne, el que dice lo que hay que hacer ante el hecho que Él mismo plantea de que la mies es mucha y los obreros pocos:

"Rogad al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies" (Mt 9,38).

Suplico a nuestros pastores que convoquen rogativas y sacrificios para pedir al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies y para que afiance a los ya enviados.

Así conseguiremos que Dios envíe muchos y buenos sacerdotes y religiosos.

Y conseguiremos el fin primordial de toda oración: unirnos a Dios haciendo nuestros los anhelos del Corazón de Jesús.