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San Juan XXIII:

«Entre los derechos del hombre débese enumerar también el de poder venerar a Dios, según la recta norma de su conciencia, y profesar la religión en privado y en público (…) Nuestro predecesor, de inmortal memoria, León XIII afirma: “Esta libertad, la libertad verdadera, digna de los hijos de Dios, que protege tan gloriosamente la dignidad de la persona humana, está por encima de toda violencia y de toda opresión y ha sido siempre el objeto de los deseos y del amor de la Iglesia. Esta es la libertad que reivindicaron constantemente para sí los apóstoles, la que confirmaron con sus escritos los apologistas, la que consagraron con su sangre los innumerables mártires cristianos” (Leon XIII, Encíclica Libertas praestantissimum,  3, 21)».
(San Juan XXIII, Encíclica Pacem in terris, I, 14).

Esto no es lo mismo, ni mucho menos, que lo que dice el artículo 18 de la Declaración Universal de los Derechos del hombre, de la ONU de 1948:

«Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión; este derecho incluye la libertad de cambiar de religión o de creencia, así como la libertad de manifestar su religión o su creencia, individual y colectivamente, tanto en público como en privado, por la enseñanza, la práctica, el culto y la observancia».

Porque como enseña con autoridad el Catecismo de la Iglesia Católica, en el nº. 2108:

«El derecho a la libertad religiosa no es ni la permisión moral de adherirse al error (cf León XIII, Carta enc. Libertas praestantissimum), ni un supuesto derecho al error (cf Pío XII, discurso 6 diciembre 1953)».

Y además como también enseña la Iglesia con autoridad en el nº. 2109 de dicho Catecismo:

«El derecho a la libertad religiosa no puede ser de suyo ni ilimitado (cf Pío VI, breve Quod aliquantum), ni limitado solamente por un “orden público” concebido de manera positivista o naturalista (cf Pío IX, Carta enc. Quanta cura"). Los “justos límites” que le son inherentes deben ser determinados para cada situación social por la prudencia política, según las exigencias del bien común, y ratificados por la autoridad civil según “normas jurídicas, conforme con el orden objetivo moral” (DH 7)».

Dado que, como también enseña la Iglesia con autoridad en el nº. 2105 de dicho Catecismo:

«El deber de rendir a Dios un culto auténtico corresponde al hombre individual y socialmente considerado. Esa es “la doctrina tradicional católica sobre el deber moral de los hombres y de las sociedades respecto a la religión verdadera y a la única Iglesia de Cristo” (Concilio Vaticano II, Dignitatis Humanae, DH 1). Al evangelizar sin cesar a los hombres, la Iglesia trabaja para que puedan “informar con el espíritu cristiano el pensamiento y las costumbres, las leyes y las estructuras de la comunidad en la que cada uno vive” (Concilio Vaticano II, Apostolicam Actuositatem, AA 13). Deber social de los cristianos es respetar y suscitar en cada hombre el amor de la verdad y del bien. Les exige dar a conocer el culto de la única verdadera religión, que subsiste en la Iglesia católica y apostólica (cf DH 1). Los cristianos son llamados a ser la luz del mundo (cf AA 13). La Iglesia manifiesta así la realeza de Cristo sobre toda la creación y, en particular, sobre las sociedades humanas (cf León XIII, Carta enc. Immortale Dei; Pío XI, Carta enc. Quas primas).

Pero ese artículo 18 y los demás de esa Declaración de la ONU, está claro que se pueden e incluso se deben reivindicar ante los Estados que no reconocen ni aceptan la autoridad de Dios y de su Iglesia Católica.

«Hay infieles que nunca han recibido la fe, como los gentiles y los judíos. Estos no deben ser obligados de ninguna forma a creer, porque el acto de creer es propio de la voluntad. Deben ser, sin embargo, forzados por los fieles, si tienen poder para ello, a no impedir la fe con blasfemias, incitaciones torcidas o persecución manifiesta. Por esta razón, los cristianos suscitan con frecuencia la guerra contra los infieles, no para obligarles a aceptar la fe, pues si los vencen y hacen cautivos los dejan en su libertad de creer o no creer, sino para forzarlos a no impedir la fe de Cristo» (Santo Tomás, Suma Teológica, II-II, q. 10, a. 8, in c).

«Si alguno dijere que, perdida la gracia por el pecado, se pierde siempre y al mismo tiempo la fe. O que la fe que queda no es verdadera fe, aunque no esté viva, o que el que tiene fe sin caridad no es cristiano, sea excomulgado». (Concilio de Trento, Cánones sobre la justificación, canon XXVIII).

«La misma fe en sí, aunque no obre animada de la caridad, es un don de Dios, y su ejercicio es obra conducente a la salvación, por cuya virtud el hombre presta libremente obediencia al mismo Dios, consintiendo y cooperando a su gracia, a la cual podría resistir».
(Concilio Vaticano I, Constitución sobre la fe católica, c. 3).

«La distinción de la fe formada y de fe informe se basa en lo que concierne a la voluntad, es decir, en la caridad, y no en lo que pertenece al entendimiento. De ahí que la fe formada y la fe informe no sean hábitos diversos»
(Santo Tomás, Suma Teológica, II-II, q. 4, a. 4, in c).

«También los demonios creen y tiemblan» (St 2, 19).

«La fe, que es don de la gracia, aunque sea informe, inclina al hombre a creer por cierto amor al bien. De ahí que la fe de los demonios no es don de la gracia, sino que más bien son obligados a creer por la perspicacia natural de su entendimiento»
(Santo Tomás, Suma Teológica, II-II, q. 5, a. 2, ad 2).

«Lo que desagrada a los demonios es que los signos de la fe sean tan evidentes, que se ven forzados a creer. El hecho, pues, de que crean, en nada disminuye su malicia»
(Santo Tomás, Suma Teológica, II-II, q. 5).

«El hereje que rechaza un artículo de fe no tiene el hábito ni de fe formada ni de fe informe». «Es evidente que quien presta su adhesión a la doctrina de la Iglesia, como regla infalible, asiente a cuanto ella enseña. De lo contrario, si de las cosas que sostiene la Iglesia admite unas y otras las rechaza libremente, entonces no da su adhesión a la doctrina de la Iglesia como a regla infalible, sino a su propia voluntad. Por lo tanto, el hereje que pertinazmente rechaza un artículo no se halla dispuesto para seguir en todo la doctrina de la Iglesia. Queda, pues, manifiesto que el hereje que niega un solo artículo no tiene fe de los otros, sino únicamente opinión según su propia voluntad».
(Santo Tomás, Suma Teológica, II-II, q. 5).

«Si tomamos la infidelidad como pura negación, como se da en los que no han oído nada sobre la fe, no tiene razón de pecado, sino más bien de pena, porque esta ignorancia de las realidades divinas es una consecuencia del pecado del primer padre».
(Santo Tomás, Suma Teológica, II-II, q. 10, a 1, in c).

«El poseer la fe no está al alcance de la naturaleza humana, sino solamente el no oponerse a la moción interior y a la predicación externa de la verdad».
(Santo Tomás, Suma Teológica, II-II, q. 10, a 1, ad 1 s).

«Los infieles no pueden realizar las obras buenas procedentes de la gracia, esto es, las obras meritorias: aunque pueden cumplir algunas obras buenas para las que basta el bien de la naturaleza».
(Santo Tomás, Suma Teológica, II-II, q. 10, a 4, in c).

«La infidelidad puede tener dos acepciones. Una, como pura negación, y entonces infiel será el que no tiene fe. Otra, en la que infidelidad se toma por oposición a la fe y entonces infiel el que rechaza oír las proposiciones de la fe o la desprecia, conforme a las palabras de Isaías: “¿Quién creerá lo que hemos oído?” (Is 53, 1). En esto consiste propiamente la infidelidad, y así entendida es pecado».

«Todo pecado consiste en la aversión a Dios. Y tanto mayor será un pecado cuanto más separa al hombre de Dios. La infidelidad [propiamente dicha, o rechazar la fe] es lo que más aleja de Dios, porque priva hasta de su verdadero conocimiento, y el conocimiento falso de Dios no acerca, sino que aleja más al hombre de Él. Y no podemos decir que conoce algo de Dios el que tiene de Él una opinión falsa, porque eso que él piensa no es Dios. En consecuencia, consta claro que el pecado de infidelidad es el mayor de cuantos pervierten la vida moral».
(Santo Tomás, Suma Teológica, II-II, q. 10, a 3, in c).

«La infidelidad como pecado nace de la soberbia, por la que el hombre no somete su entendimiento a las reglas de la fe y a las enseñanzas de los Padres».
(Santo Tomás, Suma Teológica, II-II, q. 10, a 1, in c).

«Lo que es más admirable, la inspiración de los entendimientos humanos, de tal manera que los ignorantes y sencillos, llenos del Espíritu Santo, consiguieron en un instante la más alta sabiduría y elocuencia. En vista de esto, por la eficacia de esta prueba una innumerable multitud, no sólo de gente sencilla, sino también de hombres sapientísimos, corrió a la fe católica, no por la violencia de las armas ni por la promesa de deleites, sino lo que es aún más admirable, en medio de grandes tormentos, en donde se da conocer lo que está sobre todo entendimiento humano y se coartan los deseos de la carne y se estima todo lo que el mundo desprecia». «Y que esto no se hizo de improviso ni casualmente, sino por disposición divina, lo manifiesta el que Dios lo predijo que así se realizaría, a través de muchos oráculos de los profetas, cuyos libros tenemos en veneración como portadores del testimonio de nuestra fe».
(Santo Tomás, Suma contra los gentiles, I, c. 6.).

«En esta vida no podemos conocer la esencia de Dios tal cual es, pero la conocemos en la medida que está representada en las perfecciones de las criaturas yen esta misma medida la significan los nombres que le aplicamos». (Santo Tomás, Suma Teológica, I, q. 13, a. 2, in c.)

«Es provechoso, sin embargo, que la mente humana se ejercite en estas razones tan débiles, porque para todo hombre es agradabilísimo captar algo de las cosas altísimas, aunque sea por una pequeña y débil razón –y que debe reconocer para   no presumir de  comprenderlas y demostrarlas–».
(Santo Tomás, Suma contra los gentiles, I, c. 8.).

Suma contra gentes, II, c. 3, III,  c, 40

Suma Teológica, II-II, q. 1, a, II-II, q. 4, a. 5, II-II, q. 10, II-II , q. 5, a. 2, ad 2, II-II, q. 5, a. 2, ad 3, II-II, q. 5, a, II-II , q. 12, a. 1, II-II, q. 10, a. 5, in c, II-II, q. 10, a. 1, in c, II-II, q. 10, a. 1, ad 1. s, II-II, q. 10, a. 4, in c, II-II, q. 10, a. 3, in c, II-II, q. 10, a. 1, in c

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"Lo principal que es preciso notar es que, cuando prescribimos que se siga la filosofía escolástica, entendemos principalmente la que enseñó Santo Tomás de Aquino, acerca de la cual, cuanto decretó nuestro predecesor queremos que siga vigente y, en cuanto fuere menester, lo restablecemos y confirmamos, mandando que por todos sea exactamente observado. A los obispos pertenecerá estimular y exigir, si en alguna parte se hubiese descuidado en los seminarios, que se observe en adelante, y lo mismo mandamos a los superiores de las órdenes religiosas. Y a los maestros les exhortamos a que tengan fijamente presente que el apartarse del Doctor de Aquino, en especial en las cuestiones metafisicas, nunca dejará de ser de gran perjuicio" (San Pío X: Pascendi).

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San Pablo VI dijo sobre el demonio: «podremos suponer su acción siniestra allí donde la negación de Dios se hace radical, sutil y absurda; donde la mentira se afirma, hipócrita y poderosa, contra la verdad evidente; donde el amor es eliminado por un egoísmo frío y cruel; donde el nombre de Cristo es impugnado con odio consciente y rebelde (1Cor 16,22; 12,3); donde el espíritu del Evangelio es mistificado y desmentido; donde se afirma la desesperación como última palabra» (15-11-1972).

Jacinto Verdaguer a la Inmaculada, reina de España

Oh Verge Immaculada,
per vostra Concepció,
d´Espanya Reina amada,
salvau vostra nació.

Concebuda sou Maria,
és lo càntic celestial,
que la terra al cel envia
com un himne triomfal.
Concebuda sou Maria,
sens pecat original.

Vós, Maria, sou l´estrella,
que guià Espanya al Nou Món,
la de l´alba hermosa i bella
de la glòria que se´ns pon.
Oh Maria, hermosa estrella
resplendiu d´Espanya al front.

Quan sa Reina era Maria,
nostre regne era el més gran:
sa bandera el món cobria
des d´Amèrica a Lepant.
Si a regnar torna Maria,
ses grandeses tornaran.

Vós d´Espanya sou la glòria,
Vós lo sol del Principat:
nostra pàtria i nostra història
Vós, oh Verge ens ho heu donat:
tronos són de vostra glòria
Covadonga i Montserrat.

Patrimoni ets de Maria
Oh d´Espanya hermós país!
Més avui l´error hi nia
Que et farà poble infeliç
Oh ! xafau-li el cap, Maria
que és la serp del paradís
Oh Virgen Inmaculada
por tu santa Concepción
de España, oh Reina amada,
salva ya a tu nación.

Concebida eres María
es el canto celestial
que la tierra al cielo envía
como un himno triunfal.
Concebida eres María
sin pecado original.

Tú María eres la estrella
que guió a España a Ultramar,
la del alba hermosa y bella
que a gloria nos fue a guiar.
Oh María, hermosa estrella
Ven a España a iluminar.

Cuando reinaba María,
nuestro reino daba espanto:
su enseña el mundo cubría
desde América a Lepanto.
Si a reinar vuelve María,
nuestro reino será santo.

Tú de España eres la gloria,
Tú el sol de este Principado:
nuestra patria y nuestra historia
Tú nos las has otorgado:
vivo está en nuestra memoria
el amor de tu cuidado.

¡Patrimonio es de María,
de España el bello país!
Pero hoy aquí el error anida
que lo hará un pueblo infeliz.
¡Oh, aplástalo ya María
,
que es de la sierpe cerviz!

 

Enseñanzas del papa FranciscoEEEE

Enseñanzas del papa Benedicto XVI

Enseñanzas de san Juan Pablo II

"El ‘liberalismo’ católico es un pie en la verdad y un pie en el error; un pie en la Iglesia y un pie en el siglo, un pie conmigo y un pie con mis enemigos…
Lo que aflige a vuestro país y le impide merecer las bendiciones del Cielo, es la confusión de los principios. Diré la palabra y no la callaré: lo que más temo para vosotros no son esos miserables de la Comuna, verdaderos demonios escapados del infierno, es el liberalismo católico, ese sistema fatal que siempre sueña en conciliar dos cosas imposibles: la Iglesia y la Revolución. Lo he condenado ya, pero lo condenaría cuarenta veces más si fuera necesario. Sí, vuelvo a decirlo por el amor que os tengo; sí, ese juego de equilibrio es el que puede acabar por destruir la religión entre vosotros"

Papa Beato Pío IX.

El beato Pío IX condenó la creencia de que «la razón humana, sin tener para nada en cuenta a Dios, es el único árbitro de lo verdadero y de lo falso, del bien y del mal; es ley de sí misma; y bastan sus fuerzas naturales para procurar el bien de los hombres y de los pueblos» (Syllabus 1864,3; cf. Vat. II, GS 36c).

A los que yo amo los reprendo y los corrijo (Ap 3,19).

Al ser castigados, somos corregido por el Señor, para que no seamos condenados por el mundo (1Co 11,32).

A ellos los habías probado como padre que amonesta (Sb 11,10)

Yo seré para el padre y él será para mí hijo. Si hace mal, le castigaré con vara de hombres y con golpes de hombres, pero no apartaré de él mi amor (2S 7,14-15)

No habéis resistido todavía hasta llegar a la sangre en vuestra lucha con el pecado.
Habéis echado en olvido la exhortación que como a hijos se os dirige: Hijo mío, no desprecies la corrección del Señor; ni te desanimes al ser reprendido por Él. Pues a quien ama el Señor le corrige; y azota a todos los hijos que acoge. Sufrís para corrección vuestra. Como a hijos os trata Dios, y ¿qué hijo hay a quien su padre no corrige? Mas si quedáis sin corrección, cosa que todos reciben, señal de que sois bastardos y no hijos. Además, teníamos a nuestros padres según la carne, que nos corregían, y les respetábamos. ¿No nos someteremos mejor al Padre de los espíritus para vivir? ¡Eso que ellos nos corregían según sus luces y para poco tiempo!; mas Él, para provecho nuestro, en orden a hacernos partícipes de su santidad. Cierto que ninguna corrección es de momento agradable, sino penosa; pero luego produce fruto apacible de justicia a los ejercitados en ella (Hb 12,4-11).

Yahveh reprende a aquel que ama, como un padre al hijo querido (Pr 3,12).

Date cuenta, pues, de que Yahveh te corregía como un hombre corrige a su hijo, y guarda los mandamientos de Yahveh tu Dios siguiendo sus caminos y temiéndole. (Dt 8,5).

«Los castigos no vienen para la destrucción, sino para la corrección de nuestro pueblo» (2Macab 6,12).

«El sufrimiento debe servir para la conversión, es decir, para la reconstrucción del bien en el sujeto, que puede reconocer en esta llamada a la penitencia la misericordia divina. La penitencia tiene como finalidad superar el mal, que bajo diversas formas está latente en el hombre, y consolidar el bien tanto en uno mismo como en su relación con los demás, y sobre todo con Dios» (San Juan Pablo II, Carta apostólica Salvifici doloris de 1984, n.12).

Las desgracias nos las envía Dios para que nos apeguemos más a Él.

Sólo el hombre muy virtuoso puede sobrellevar el éxito y los elogios sin desviarse de la justicia, engreírse y entontecerse (Aristóteles).

La adulación a los poderosos debería estar tipificada en el código penal con más severidad que las injurias a las autoridades.

El Señor es compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia; no nos trata como merecen nuestros pecados ni nos paga según nuestras culpas (Sal 102,8-10).

"el que rehúsa ganancias fraudulentas, el que se sacude la palma de la mano para no aceptar soborno, el que se tapa las orejas para no oír hablar de sangre, y cierra sus ojos para no ver el mal. Ese morará en las alturas, subirá a refugiarse en la fortaleza de las peñas, se le dará su pan y tendrá el agua segura". (Is. 33, 15-16).

"no hurtaréis; no mentiréis ni os defraudaréis unos a otros" (Lv 19, 11).

"no haréis sentencias injustas, ni cometeréis injusticias en pesos y medidas. Tened balanza, pesas y medidas exactas" (Lv 19, 35).

"no torcerás el derecho, no harás acepción de personas, no aceptarás soborno, porque el soborno cierra los ojos de los sabios y corrompe las palabras de los justos". (Dt, 16, 19). En otro punto escribe que "maldito quien acepte soborno para quitar la vida a un inocente" (Dt 27, 25).

"No morará en mi casa quien cometa fraude" (Sal 101, 7).

"No juntes mi alma con los pecadores, ni mi vida con los hombres sanguinarios, que tienen en sus manos la infamia, y su diestra repleta de soborno" (Sal 26, 10).

"sus hijos no siguieron su camino: fueron atraídos por el lucro, aceptaron regalos y torcieron el derecho" (I Sam 8, 3).

"Envejecido en la iniquidad, ahora han llegado al colmo los delitos de tu vida pasada, dictador de sentencias injustas, que condenabas a los inocentes y absolvías a los culpables" (Dn 13, 53).

Zaqueo, jefe de recaudadores de impuestos: "daré, Señor, la mitad de mis bienes a los pobres; y si en algo defraudé a alguien, le devolveré el cuádruple".

A Juan Bautista, "preguntáronle también unos soldados: 'Y nosotros ¿qué debemos hacer?' El les dijo: 'No hagáis extorsión a nadie, no hagáis denuncias falsas, y contentaos con vuestra soldada".

Los sumos sacerdotes "sobornaron" a los guardias que custodiaban el sepulcro cuando Jesús resucitó para que no dijeran la verdad.

San Pablo a los Romanos: "por eso precisamente pagáis los impuestos, porque son funcionarios de Dios, ocupados asiduamente en ese oficio Dad a cada cual lo que se debe: a quien impuestos, impuestos; a quien tributo, tributo; a quien respeto, respeto; a quien honor, honor. Con nadie tengáis otra deuda que la del mutuo amor. Pues el que ama al prójimo, ha cumplido la ley".

Discurso del Papa san Juan Pablo II en la celebración del centenario de la encíclica Providentissimus Deus y del 50 aniversario de la encíclica Divino Afflante Spiritu, anunciando el documento La interpretación de la Biblia en la Iglesia: AAS 86 [1994], pp. 232-243. (AAS 85 [1993], pp. 764-772); viernes, 23 de abril de 1993.

Constitución Apostólica Scripturarum Thesaurus de san Juan Pablo II de 1979 por la que promulga la Nueva Biblia Vulgata

"Que ya no seamos niños sacudidos por las olas y llevados al retortero por todo viento de doctrina, en la trampa de los hombres, que con astucia conduce al error; sino que, realizando la verdad en el amor, hagamos crecer todas las cosas hacia él, que es la cabeza: Cristo" (Ef 4,7-16).

El pecado contra la castidad en la Sagrada Escritura

La conciencia moral

La levadura de los fariseos

«¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?»

Los sentimientos de Jesús

El ángel de la guarda

La gran restauración y el cardenal George

El milagro del sol en Fátima el 13 de octubre de 1917

Pablo VI y la comisión papal sobre el control de natalidad desde el 23 de junio de 1963

El Papa Francisco cesa a Monseñor Rogelio Livieres, miembro del Opus Dei, como obispo de Ciudad del Este

La fiesta de la Hispanidad el 12 de octubre, día de la Virgen del Pilar

Carta colectiva de los obispos españoles a los obispos de todo el mundo con motivo de la guerra en España

 

Decreto del Concilio Ecuménico Vaticano II UNITATIS REDINTEGRATIO SOBRE EL ECUMENISMO, 21 de noviembre de 1964

Poesía religiosa

. Textos de santa Teresa de Lisieux. ...

La civilización del amor es el reinado social en la tierra del Sagrado Corazón de Jesucristo

«No te olvides del Señor... No sea que, cuando... abundes de todo, te vuelvas engreído y te olvides del Señor, tu Dios... Y no digas: "Por mi fuerza y el poder de mi brazo me he creado estas riquezas. "
Acuérdate del Señor, tu Dios: que es él quien te da la fuerza para crearte estas riquezas, y así mantiene la promesa que hizo a tus padres, como lo hace hoy» (Dt 8, 7-18).

El humo de Satanás

La exégesis liberal

Los herederos de los padres de la Reforma, asumiendo el naturalismo racionalista de la Ilustración, generan la exégesis protestante liberal.

Todas las confesiones cristianas que siguen en exégesis un historicismo-crítico racionalista extremo siguen un evidente camino de extinción. Nada quieren saber de ellos los evangélicos, más bien tentados de fundamentalismo bíblico, ni menos los orientales ortodoxos. Son comunidades cristianas degeneradas, que aceptan el aborto, la anticoncepción, la eutanasia, el divorcio, la homosexualidad, el sacerdocio presbiteral o episcopal de mujeres, a veces lesbianas reconocidas, y son quienes producen las exégesis más aberrantes, al gusto del autor y de las ideologías mundanas de moda… Estas comunidades cristianas, al no ser asistidas por la sucesión apostólica, son conducidas de hecho no tanto por sus pastores como por sus teólogos (mucho más valorados en el protestantismo que los pastores), y han mostrado en nuestro tiempo un instinto casi infalible para adherirse sucesivamente a todos los peores errores: nacionalsocialismo, anarquismo, autoritarismo fascista, feminismo extremo, revolución sexual, pacifismo ilimitado, ecologismo pseudoreligioso, conformismo permanente con el modelo cultural predominante en el mundo: en la educación, las costumbres, la política, el arte o lo que sea. Viven intensamente el Romanos 12, 1-3, pero al revés.

Parece increíble que quienes comenzaron con la «Sola Scriptura» se hayan quedado prácticamente «Sine Scriptura». Pero es perfectamente comprensible: dado el libre examen de las Escrituras, habiéndola triturado modernamente con las exégesis analíticas más destructoras de la Palabra divina, y habiendo negado la historicidad de casi toda la Biblia, también de los Evangelios, se quedaron sin Biblia. Perviven a veces malamente estas confesiones en Estados protestantes confesionales, sostenidas por los impuestos eclesiásticos recaudados por la Administración política. En algunas ciudades, subsiste la Facultad teológica, pero ya cesó toda forma de culto en las iglesias, porque quedaron vacías. Tienen los días contados.

Y las Iglesias locales católicas que están más o menos contagiadas de su espíritu llevan el mismo camino hacia la extinción o hacia una reducción extrema. Mientras tanto la Iglesia Católica verdadera y la Ortodoxia subsisten, y los Evangélicos fundamentalistas crecen.

(Iraburu, La Virgen María, siempre virgen, 17.09.2013)

"Apartar la memoria viva de la historia vivida por la Compañía según la voluntad del Señor, siendo así que recibió la misión de anunciar el misterio del amor de Dios revelado en el Corazón del Hijo único, sería traicionar la existencia misma de la Compañía, en razón sobre todo de una real connaturalidad entre la espiritualidad del Corazón de Jesús y la espiritualidad ignaciana".
(Conferencia del P. Kolvenbach, General de los Jesuitas, Paray-le-Monial, 2 de julio 1988.
MISION AGRADABLE (P. Peter-Hans Kolvenbach, S.J.)

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El Papa Francisco cesa a Monseñor Rogelio Livieres, miembro del Opus Dei, como obispo de Ciudad del Este

"Cuando vino Cefas a Antioquía, me enfrenté con él cara a cara, porque era digno de reprensión. Pues antes que llegaran algunos del grupo de Santiago, comía en compañía de los gentiles; pero una vez que aquéllos llegaron, se le vio recatarse y separarse por temor de los circuncisos. Y los demás judíos le imitaron en su simulación, hasta el punto de que el mismo Bernabé se vio arrastrado por la simulación de ellos. Pero en cuanto vi que no procedían con rectitud, según la verdad del Evangelio, dije a Cefas en presencia de todos: «Si tú, siendo judío, vives como gentil y no como judío, ¿cómo fuerzas a los gentiles a judaizar?» (Gálatas 2, 11-14)

Sta. Catalina de Siena, Doctora de la Iglesia:

«¡Basta de silencios! ¡Gritad con cien mil lenguas! Porque por haber callado, el mundo está podrido». "En la Iglesia hay demonios encarnados en pastores". "Reformada la Iglesia, los súbditos se enmendarán porque de casi todo lo malo que hacen, tienen la culpa los malos pastores". "Por culpa de los malos pastores, son malos los súbditos". (Santa Catalina de Siena, Diálogo).

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No olvidemos las advertencias de Dios por medio de su Profeta a los que tenemos responsabilidad sobre el pueblo:

“A ti, hombre, yo te he puesto como centinela del pueblo de Israel. Pues bien, si tú no hablas con él para advertirle que cambie de vida, y él no lo hace, ese malvado morirá por su pecado, pero yo te pediré a ti cuentas de su muerte.  En cambio, si tú adviertes al malvado que cambie de vida, y él no lo hace, él morirá por su pecado, pero tú salvarás tu vida”, (Ez.  33: 7-9).

Monseñor Rogelio Livieres, ex obispo de Ciudad del Este (Paraguay), blog, 11 de agosto de 2014

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LEER MÁS

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Juramento antimodernista de 1910 . ..Sacrorum antistitum de 1910 .  Profesión tridentina de fe de 1564 ...PASCENDI

Decreto Lamentabili sobre los errores del modernismo, aprobado por el Papa san Pío X el 3 de julio de 1907

Motu proprio Sacrorum antistitum de 1910 del Papa san Pío X en el que se prescribe el juramento antimodernista y algunas otras normas

Fórmula prescrita en lugar de la fórmula tridentina y del juramento antimodernista desde 1967 hasta 1989

Fórmulas de la profesión de fe y del juramento de fidelidad prescritos el 9 de enero de 1989

Carta Apostólica de san Juan Pablo II «AD TUENDAM FIDEM» que adecua la normativa a la Fórmula de la «Profesión de Fe» prescrita el 9 de enero de 1989

Carta circular de 1966 de la Congregación de la Doctrina de la Fe acerca de errores sobre el Concilio Vaticano II

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«No te acostarás con varón como con mujer; es abominación». (Lev 18, 22)


«Si alguien se acuesta con varón, como se hace con mujer, ambos han cometido abominación: morirán sin remedio; su sangre caerá sobre ellos». (Lev 20, 13)


«Ellos trocaron la verdad de Dios por la mentira, y adoraron y dieron culto a la creatura antes que al Creador, el cual es bendito por los siglos. Amén. Por esto los entregó Dios a pasiones vergonzosas, pues hasta sus mujeres cambiaron el uso natural por el que es contra naturaleza. E igualmente los varones, dejando el uso natural de la mujer, se abrazaron en mutua concupiscencia, cometiendo cosas ignominiosas varones con varones, y recibiendo en sí mismos la paga merecida de sus extravíos. Y como no estimaron el conocimiento de Dios, los entregó Dios a una mente depravada para hacer lo indebido, henchidos de toda injusticia, malicia, codicia, maldad, llenos de envidia, homicidio, riña, dolos, malignidad; murmuradores, calumniadores, aborrecedores de Dios, indolentes, soberbios, fanfarrones, inventores de maldades, desobedientes a sus padres; insensatos, desleales, hombres sin amor y sin misericordia. Y si bien conocen que según lo establecido por Dios los que practican tales cosas son dignos de muerte, no sólo las hacen, sino que también se complacen en los que las practican». (Rom 1, 25-32)


“Que el hombre no separe lo que Dios ha unido” (Mt 19, 6)


“El que repudia a su mujer y se casa con otro, comete adulterio” (Lc 16, 18).


“A los casados ordeno, no yo, sino el Señor, que la mujer no se separe de su marido; y que aun cuando se separare, permanezca sin casarse, o se reconcilie con su marido; y que el marido no despida a su mujer. (1 Cor 7, 10-11).

"¿No sabéis que los injustos no poseerán el reino de Dios? No erréis, que ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los que se echan con varones, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los robadores, heredarán el reino de Dios." (1 Cor. 6,9).

«…Apoyándose en la Sagrada Escritura, que los presenta como depravaciones graves (cf. Gn 19,1-29; Rm 1,24-27; 1Cor 6,10; 1Tm 1,10), la Tradición ha declarado siempre que “los actos homosexuales son intrínsecamente desordenados” (Congregación para la Doctrina de la Fe, Decl. Persona humana, 8). Son contrarios a la ley natural. Cierran el acto sexual al don de la vida. No proceden de una verdadera complementariedad afectiva y sexual. No pueden recibir aprobación en ningún caso» (Catecismo de la Iglesia Católica 2357).

«Las personas homosexuales están llamadas a la castidad. Mediante virtudes de dominio de sí mismo, que eduquen la libertad interior, y a veces mediante el apoyo de una amistad desinteresada, de la oración y la gracia sacramental, pueden y deben acercarse gradual y resueltamente a la perfección cristiana» (Catecismo de la Iglesia Católica 2359 ).

El Sínodo anterior sobre la familia, en 1980, enseñó la doctrina católica sobre este mismo tema:
«La Iglesia, no obstante, fundándose en la Sagrada Escritura reafirma su praxis de no admitir a la comunión eucarística a los divorciados que se casan otra vez. Son ellos los que no pueden ser admitidos, dado que su estado y situación de vida contradicen objetivamente la unión de amor entre Cristo y la Iglesia, significada y actualizada en la Eucaristía. Hay además otro motivo pastoral: si se admitieran estas personas a la Eucaristía, los fieles serían inducidos a error y confusión acerca de la doctrina de la Iglesia sobre la indisolubilidad del matrimonio» (Exhortación apostólica postsinodal, San Juan Pablo II, Familiaris Consortio, 84)


«…El hecho de contraer una nueva unión, aunque reconocida por la ley civil, aumenta la gravedad de la ruptura: el cónyuge casado de nuevo se halla entonces en situación de adulterio público y permanente»… (Catecismo 2384)

Carta de la Congregación para la Doctrina de la Fe a los obispos de 1994
«Por consiguiente, frente a las nuevas propuestas pastorales arriba mencionadas, esta Congregación siente la obligación de volver a recordar la doctrina y la disciplina de la Iglesia al respecto. Fiel a la palabra de Jesucristo, la Iglesia afirma que no puede reconocer como válida esta nueva unión, si era válido el anterior matrimonio. Si los divorciados se han vuelto a casar civilmente, se encuentran en una situación que contradice objetivamente a la ley de Dios y por consiguiente no pueden acceder a la Comunión eucarística mientras persista esa situación».
(Iraburu 14 10 2014).

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"Lo principal que es preciso notar es que, cuando prescribimos que se siga la filosofía escolástica, entendemos principalmente la que enseñó Santo Tomás de Aquino, acerca de la cual, cuanto decretó nuestro predecesor queremos que siga vigente y, en cuanto fuere menester, lo restablecemos y confirmamos, mandando que por todos sea exactamente observado. A los obispos pertenecerá estimular y exigir, si en alguna parte se hubiese descuidado en los seminarios, que se observe en adelante, y lo mismo mandamos a los superiores de las órdenes religiosas. Y a los maestros les exhortamos a que tengan fijamente presente que el apartarse del Doctor de Aquino, en especial en las cuestiones metafisicas, nunca dejará de ser de gran perjuicio" (San Pío X: Pascendi).

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La Iglesia tiene el coraje de una madre que siente del deber de defender a los propios hijos de los peligros que derivan de la presencia de Satanás en el mundo, para llevarlos al encuentro con Jesús.

Una madre siempre defiende a sus hijos. Esta defensa consiste también en exhortar a la vigilancia: vigilar contra el engaño y la seducción del maligno. Porque si bien Dios ha vencido a Satanás, éste vuelve siempre con sus tentaciones; nosotros lo sabemos, todos nosotros somos tentados y hemos sido tentados.

Depende de nosotros no ser ingenuos. Él viene y ´como león rugiente gira buscando a quien devorar´. Y nosotros no tenemos que ser ingenuos, sino vigilar y resistir firmes en la fe. Resistir con los consejos de la madre, resistir con la ayuda de la Madre Iglesia, que como buena madre acompaña a sus hijos en los momentos difíciles.

Francisco, Audiencia General, miércoles, 3-09-2014

"Saludos y paz a todas las otras comunidades Cristianas... Un saludo cordial mandamos... a los que creen en Dios... Después, en este momento, pensamos en toda la humanidad, movido por el amor del que tanto amó al mundo que dio su vida por él. El corazón asume dimensiones mundiales; ojalá asuma las dimensiones infinitas del Corazón de Cristo".
(Alocución del papa san Pablo VI del Jueves Santo, en Insegnamenti di Paolo VI, Poliglotta Vaticano 1975, vol. II, 210. Traducción Mercaba.)

"El corazón del hombre es pequeño, es egoísta, no tiene lugar sino para sí mismo y para pocas personas, los de la propia familia y de la propia casta. Y cuando, después de nobles esfuerzos largos y fatigosos, se dilata un poco, llega a comprender la propia patria y la propia clase social, pero siempre busca barricadas y fronteras, entre las cuales pueda limitarse y refugiarse. Hasta hoy, el corazón del hombre moderno sufre fatiga al trascender estos confines interiores, y, a la invitación que el progreso civil le hace de dilatar la capacidad del amor para el mundo, responde con incertitud y a condición, todavía egoísta, de hallar en eso su propia ventaja. La utilidad, el prestigio, aunque no sea la manía de dominar y de subyugar a los demás para sí, gobiernan el corazón del hombre.
Pero, si está penetrado verdaderamente de su condición de católico, todo egoísmo está superado, todo clasismo está elevado a la plena solidaridad social, todo nacionalismo se compagina con el bien de la comunidad mundial; entonces todo racismo está condenado, como todo totalitarismo está manifestado en su inhumanidad; el corazón pequeño se rompe o, mejor, adquiere una nueva capacidad de dilatarse. Palabra de San Agustín: "Dilatentur spatia caritatis."
Un corazón católico significa un corazón de dimensiones universales. Un corazón que ha superado el egoísmo, la angustia radical que excluye al hombre de la vocación al Amor supremo. Significa un corazón magnánimo, un corazón ecuménico, un corazón capaz de abrazar al mundo entero dentro de sí. Pero, eso no lo hará un corazón indiferente a la verdad de las cosas y a la sinceridad de las palabras; no confundirá la debilidad con la bondad, no colocará la paz en la maldad y en la apatía. Sino sabrá pulsar en la maravillosa síntesis de San Pablo: "veritatem facientes in caritate." (Ef. 4,15; 31)".
(EI papa san Pablo VI, anunciando la creación de la Secretaría para los no-cristianos. Pentecostés 1966, en lnsegnamenti di Paolo VI, vol. II, 340. Traducción Mercaba.)

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Una sana democracia, fundada sobre los inmutables principios de la ley natural y de las verdades reveladas, será resueltamente contraria a aquella corrupción que atribuye a la legislación del Estado un poder sin freno ni límites, y que hace también del régimen democrático, a pesar de las contrarias, pero vanas apariencias, un puro y simple sistema de absolutismo.
El absolutismo de Estado (que no debe ser confundido, en cuanto tal, con la monarquía absoluta, de la cual no se trata aquí) consiste de hecho en el erróneo principio de que la autoridad del Estado es ilimitada y de que frente a ésta -incluso cuando da libre curso a sus intenciones despóticas, sobrepasando los límites del bien y del mal- no se admite apelación alguna a ley superior moralmente obligatoria.
(Pío XII, Radiomensaje de Navidad de 1944)

“…la misma ley natural que rige las relaciones de convivencia entre los ciudadanos debe regular también las relaciones mutuas entre las comunidades políticas.
Este principio es evidente para todo el que considere que los gobernantes, cuando actúan en nombre de su comunidad y atienden al bien de la misma, no pueden, en modo alguno, abdicar de su dignidad natural, y, por tanto, no les es lícito en forma alguna prescindir de la ley natural, a la que están sometidos, ya que ésta se identifica con la propia ley moral.”
(Juan XXIII, Pacem in terris, nº 80-81)

“La Iglesia promueve el valor de la democracia, entendida como gestión participativa del Estado a través de órganos específicos de representación y control, al servicio del bien común; una democracia que, más allá de sus reglas, tenga un alma, constituida por aquellos valores fundamentales sin los cuales “se convierte con facilidad en un totalitarismo visible o encubierto” -Centesimus annus, 46-”
(Juan Pablo II: Discurso al mundo de la cultura en Riga, 9 de septiembre de 1993).

“La historia demuestra con gran claridad que las mayorías pueden equivocarse. La verdadera racionalidad no queda garantizada por el consenso de una mayoría, sino sólo por la transparencia de la razón humana ante la Razón creadora y por la escucha de esta Fuente de nuestra racionalidad. Cuando están en juego «las exigencias fundamentales de la dignidad de la persona humana, de su vida, de la institución familiar, de la justicia del ordenamiento social, es decir, los derechos fundamentales del hombre, ninguna ley hecha por los hombres puede trastocar la norma escrita por el Creador en el corazón del hombre, sin que la sociedad quede golpeada dramáticamente en lo que constituye su fundamento irrenunciable".
(Benedicto XVI, discurso a los miembros de la Comisión Teológica Internacional, 5 de octubre del 2007).

"No, Venerables Hermanos -preciso es reconocerlo enérgicamente en estos tiempos de anarquía social e intelectual en que todos sientan plaza de doctores y legisladores-, no se edificará la ciudad de modo distinto de como Dios la edificó; no se edificará la ciudad si la Iglesia no pone los cimientos y dirige los trabajos; no, la civilización no está por inventar ni la "ciudad" nueva por edificarse en las nubes. Ha existido y existe; es la civilización cristiana, es la "ciudad" católica. No se trata más que de establecerla y restaurarla sin cesar sobre sus fundamentos naturales y divinos contra los ataques, siempre renovados, de la utopía malsana, de la rebeldía y de la impiedad: Omnia instaurare in Christo (Efes. 1, 10)". (San Pío X, Enciclica Notre Charge Apostolique, 11).

"La Iglesia, que jamás ha traicionado la felicidad del pueblo con alianzas comprometedoras, no tiene que desligarse del pasado, le basta retomar, con el concurso de los verdaderos obreros de la restauración social, los organismos rotos por la revolución, y adaptarlos, con el mismo espíritu cristiano de que estuvieron animados, al nuevo medio creado por la evolución material de la sociedad contemporánea, porque los verdaderos amigos del pueblo no son ni revolucionarios ni innovadores, sino tradicionalistas"
(San Pío X, Enciclica Notre Charge Apostolique, 40).

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San Juan Pablo II: Discurso a la Pontificia Comisión Bíblica, 23 de abril de 1993, anunciando el documento sobre La interpretación de la Biblia en la Iglesia: AAS 86 [1994], pp. 232-243. (AAS 85 [1993], pp. 764-772, San Juan Pablo II)

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"En contacto con el Corazón de Cristo, el corazón del hombre aprende a conocer la significación verdadera y única de la vida y de su destinación, a comprender el valor de una vida verdade­ramente cristiana; cómo guardarlo contra ciertas perversiones del corazón humano, y cómo hermanar el amor de Dios y el del prójimo. De esta manera - y esto es la verdadera reparación re­querida por el Corazón del Salvador - será posible construir en las ruinas acumuladas por el odio y la violencia, la civilización del Corazón de Cristo".
(El papa san Juan Pablo II en su carta de 1986 de Paray-le-Monial al superior general de los Jesuitas).

La Hostia consagrada, el Sagrado Corazón de Jesús

"Cuando el sacerdote hace la elevación..., santa Gertrudis vio en ese momento a Jesús en el cielo levantarse de su trono, tomar con sus propias manos su corazón, elevarlo y presentarlo a Dios Padre, inmolándose a Sí mismo. Este acto expresa perfectamente el misterio del sacrificio renovado del Salvador mismo entre las manos del celebrante".
(Francesco Arisi, sacerdote salesiano. Il Messale Romano Completo. Torino. 1925. Págs. 30-31, nota 1).

Textos de Francisco Canals Vidal

Artículos de la revista Cristiandad de Barcelona

La tradición: su trascendencia de la historia por José Mª Petit Sullá

El sentido cristiano de la historia por José Mª Petit Sullá     

Actualidad psicológica del culto al Sagrado Corazón de Jesús por Mercedes Palet Fritschi  

La penitencia en la Iglesia

Enchiridion de indulgencias.. .... ..Constitución Apostólica Indulgentiarum Doctrina de san Pablo VI sobre las indulgencias

DIRECTORIO SOBRE LA PIEDAD POPULAR Y LA LITURGIA DE LA CONGREGACIÓN PARA EL CULTO DIVINO Y LA DISCIPLINA DE LOS SACRAMENTOS

DE TRISTITIA CHRISTI (LA AGONÍA DE CRISTO) de Tomas Moro

Textos de Lutero

Oración del buen humor de santo Tomas Moro

Loado seas, mi Señor, por nuestra hermana la madre tierra (Cántico del Hermano Sol de San Francisco)

La verdadera y perfecta alegría según san Francisco de Asís

Las cinco vías o pruebas filosóficas de la existencia de Dios de santo Tomás de Aquino

Acerca de las Antinomias kantianas (I y II) Por Néstor Martínez

San José de Cupertino, 18 de septiembre, al que se le pide en los exámenes:
"Haz que me toquen en suerte puntos en los que yo esté más fuerte".

Campanadas de San Josemaría Escrivá de Balaguer

San Vicente de Lerins, Commonitorium, 23: «Quizá alguien diga: ¿ningún progreso de la religión es entonces posible en la Iglesia de Cristo? Ciertamente que debe haber progreso, ¡Y grandísimo! ¿Quién podría ser tan hostil a los hombres y tan contrario a Dios que intentara impedirlo? Pero a condición de que se trate verdaderamente de progreso por la fe, no de modificación. Es característica del progreso el que una cosa crezca, permaneciendo siempre idéntica a sí misma; es propio, en cambio, de la modificación que una cosa se transforme en otra.  Así, pues, crezcan y progresen de todas las maneras posibles la inteligencia, el conocimiento, la sabiduría, tanto de la colectividad como del individuo, de toda la Iglesia, según las edades y los siglos; con tal de que eso suceda exactamente según su naturaleza peculiar, en el mismo dogma, en el mismo sentido, según una misma interpretación»,«In eoden dogmate, eodem sensu, eademque sententia».

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